Capítulo 2

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DISCLAIMER: Los personajes que aparecen en esta historia pertenecen a Naoko Takeuchi y su obra Sailor Moon, sólo los tomo prestados para crearla.

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Tres hermanos salieron a dar un paseo en bicicleta. Cerca del parque encontraron un camino que conducía a una casa. La casa parecía estar abandonada y eso le pareció interesante a una de ellos.

Apenas estaba oscureciendo cuando entraron a la casa. Adentro, el olor a humedad y podredumbre les tomó por sorpresa, pero a pesar de eso decidieron seguir adelante.

Entraron al recibidor y notaron las viejas escaleras que conducían al piso superior. Emocionados subieron las escaleras y se encontraron en un amplio pasillo con puertas hacia los dos lados.

— Separémonos para revisar las habitaciones. —sugirió la niña y sus hermanos asintieron.

Entró en una habitación, la cual estaba llena de muñecas colocadas en la pared. Eso le pareció extraño, ya que la habitación no se veía igual que el resto de la casa, incluso parecía que aún alguien dormía ahí.

De repente escuchó una risa.

— Muy gracioso chicos.

Dijo pensando que eran sus hermanos tratando de asustarla, pero ninguno de ellos le respondió. Las risas aumentaron. La niña empezó a preocuparse y a sentir miedo.

— ¿Chicos? —llamaba preocupada a sus hermanos, pero ellos no llegaban.

Las paredes de la habitación empezaron a tornarse negras y el hedor que despedían les comenzó a revolver el estómago.

Corrió hacia la puerta y cuando trató de abrirla encontró que estaba atascada. Comenzó a golpearla, gritando por ayuda cuando de pronto...

— Nunca jamás saldrás ¡nunca jamás!

Volvió la cabeza y se encontró a una chica, vestía con un yukata y parecía que no tenía ojos. Su cara y su ropa estaban llenas de sangre.

Del otro lado sus hermanos la escuchaban gritar. Corrieron a la habitación e intentaron abrir la puerta pero no pudieron. La niña no dejaba de gritar, hasta que llegó un momento en que ya no se le escuchó más.

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Capítulo 2

Ren aparcó el auto e inmediatamente se bajó, estirándose. Su cuerpo estaba magullado y dolorido por el largo viaje, pero estaba satisfecho de haber llegado un día antes de lo previsto.

— Debimos habernos detenido a comprar algunas provisiones. —se quejó Luna, quien bajaba del auto de la mano de su pequeño.

— En cuanto termine de instalarnos iré a comprar algo.

— Yo iré. —Replicó ella— Tú estás demasiado cansado.

— No te preocupes por eso, estaré bien.

Chimamire no onna (La mujer sangrienta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora