Capítulo 3

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DISCLAIMER: Los personajes que aparecen en esta historia pertenecen a Naoko Takeuchi y su obra Sailor Moon, sólo los tomo prestados para crearla.

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Llega la una de la mañana y sale de la oficina. Se despide del guarda nocturno y se dirige al estacionamiento. Al llegar nota que su auto tiene una rueda pinchada. Con un suspiro se arremanga la camisa, deja su maletín en el auto y se decide a cambiarla.

Son las dos.

Está cansado. Las últimas noches tuvo que quedarse en la oficina hasta la madrugada. Hoy se suponía saldría temprano, había sido una victoria salir a la una, pero tuvo que pasarle eso.

Por lo menos está pronto a llegar a casa.

Da la curva y al girar siente que ha pisado algo. Se orilla y baja del auto. No ve nada. Echa un vistazo y nota una de las llantas pinchada y ya no tenía repuesto.

Cerró el auto, tomó su maletín y dejó el saco, resignado a caminar los últimos kilómetros hasta su casa.

Escucha un ruido a sus espaldas. Se detiene. Voltea. No ve nada.

Sigue caminando meditabundo. El cansancio le hace escuchar cosas. Es lo que se dice, aunque no puede evitar la sensación de escalofrío que le embarga.

Murmullos... risas. Una voz.

— No voltees.

El miedo lo paraliza, no puede moverse. No sabe si avanzar hacia al frente o volver corriendo a su auto. Su instinto reacciona buscando protección y corre esperando llegar a casa pronto.

Constantemente mira hacia atrás a pesar de la advertencia y aunque no ve nada tiene el presentimiento de que algo le sigue. Voltea una vez más hacia atrás, pero choca de frente con alguien... mejor dicho con algo.

Le ve cara a cara, no hay dónde esconderse, está en su camino mirándole con sus ojos vacíos e inexpresivos, le sonríe y le dice:

— Te dije que no voltearas.

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Capítulo 3

— ¿Ha sucedido algo en mi ausencia?

— Alguien ha venido a verte.

Nena-chan se hizo a un lado, dejándome ver a quién se refería. Cuando estuvo frente a mis ojos no daba crédito a lo que veía. Los froté. Abrí y cerré rápidamente los ojos, quizás se desvanecería ante mí como lo hizo antes en la tienda.

Cuando al fin me di cuenta que no era una visión, me atreví a preguntarle.

— ¿Tú? ¿Qué haces aquí? ¿Quién eres?

Ella me sonrió tan dulcemente que casi dejé olvidada la sensación de inquietud que me causaba que estuviera de pie en la sala de la casa que acababa de rentar y que según yo, nadie conocía.

Chimamire no onna (La mujer sangrienta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora