Capítulo 3

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Ya habían pasado 3 semanas desde el baile, eso quiere decir que llevaba ya un mes aquí dentro. Durante las últimas 3 semanas no había pasado nada novedoso, las clases iban bien, no había tenido problemas con nadie, las cosas con mis amigas iban de maravilla, mi hermano estaba algo más relajado y por sobre todas las cosas buenas… no me había topado con Josh durante todo este tiempo. Nos habíamos visto durante las clases que compartíamos pero no habíamos cruzado una sola palabra. Era una victoria.

Era martes en la noche, bueno exactamente eran las 11 de la noche del martes. Llevaba unas 4 horas leyendo—en realidad releyendo—mi libro favorito The Fault in our Starts de John Green. Estaba tan sumergida en la lectura que rechacé ir a comer con las chicas y que siquiera me trajeran algo. En realidad no tengo hambre, desayunaré bien en la mañana.

Mi sesión de lectura continuó hasta las 3 de la madrugada, cuando ya no podía luchar más contra mis parpados y tuve que dormirme.

Cuando abrí los ojos eran las 7:30 y tenía clase a las 8. Lo más rápido que pude me levante de la cama, tome un baño, me puse el uniforme y salí corriendo al laboratorio de biología. Iba a matar a Carolina y Valentina por haberse ido sin haber intentado siquiera levantarme. Eran las peores mejores amigas de la historia.

Entré al laboratorio con el tiempo justo, porque a los instantes de entrar yo, el señor Fitzpatrick entro al salón. Sin darme un respiro la explicación para la clase de hoy comenzó. Íbamos a hacer una práctica que implicaba sangre. Si de por sí la práctica era bastante desagradable, para mí era lo peor que podían haberme dicho. Tenía un gran “miedo” a la sangre. Me erizaba, me ponía incomoda, me ponía pálida, mejor dicho… todo un espectáculo.

Nos acomodaron en grupos de a 4. Mi grupo estaba conformado por Ian, Josh, una chica llamada Tania y yo. Estaba tan concentrada por no devolver el estómago que ni siquiera me incomodaba la presencia de Josh. Ahora que lo pienso bien ¿qué se suponía que iba a devolver? No había cenado anoche, no había desayunado esta mañana. Bueno, esto explica porque me sentía tan débil.

Los planes en mi cabeza eran terminar la clase de biología y cuando lograra salir comerme una fruta o algo por ahí. Todo parecía ir bien hasta que un pequeño tubo de ensayo que contenía una muestra de sangre se derramó en la mesa. El solo olor me terminó de marear y antes de pensarlo estaba en el suelo sobre mis rodillas. La atención de todos estaba sobre mí.

-¿Dayana? ¿Dayana, qué pasa?—preguntó alterado el señor Fitzpatrick.

-No… no me siento nada bien—fue lo único que logre responder.

Sentía que iba a devolver lo que no tenía en el estómago. La cabeza me daba vueltas, y por alguna razón, el olor a sangre se me hacía más intenso a cada minuto. Tenía que salir de aquí y tenía que comer pronto.

-Hay que llevarla a la enfermería—volvió a hablar el profesor.

-Yo la llevo—escuche una voz masculina.

-De acuerdo. Llévatela, Blair.

¿Blair? ¿Josh era quién me llevaría a la enfermería? ¡Genial! Mi día no paraba de mejorar.

Antes de pensármelo, Josh me tenía en sus brazos. Estaba lo suficientemente mareada y débil como para protestar. En realidad no es que me incomodara que me llevaran alzada. Los brazos de Josh eran fuertes pero al mismo tiempo muy cómodos. Después de caminar unos momentos, Josh rompió el silencio.

-¿Qué es lo que te ha pasado, Levinson?—dijo muy serio.

-No he comido anoche y… hoy me desperté tarde y tampoco he comido. Además… no tolero el olor de la sangre.

-¿Por qué llevas sin comer desde anoche?—su rostro aun serio.

Podría pensar que a Josh le molestaba que me hubiera enfermado, pero luego recordé que es un petulante que solo piensa en él así que deje ir la idea.

-Estaba leyendo.

-¿Qué?

-Estaba leyendo, bueno en realidad releyendo, mi libro favorito y no he bajado a comer con las chicas, me quede hasta muy tarde leyendo, la alarma no sonó, me he despertado tarde, corrí para llegar a clase y no he desayunado.

-No puedes hacer algo así. ¿En que estabas pensando?

-No lo sé—dije con algo de remordimiento.

En realidad tenía bastante razón, debí haber comido. Pero ¿a él qué le importaba? Él simplemente pensaba en él, o bueno, eso era lo que yo creía. Tal vez Josh no era tan malo como había pensado. Tal vez podríamos ser amigos.

Continuamos caminando hasta llegar a la enfermería. Josh me dejó sobre la camilla y cuando estaba por irse tome su muñeca.

-No te vayas.

-¿Qué?—dijo él con una pequeña sonrisa en los labios.

-¿Te quieres quedar a acompañarme?

-C-claro.

Acto seguido se sentó en una butaca que acomodo junto a la camilla. A los pocos minutos llegó la enfermera a donde estábamos.

-Y díganme ¿qué es lo que ha pasado?—dijo la enfermera.

-No ha comido desde anoche, no tolera el olor a sangre y casi se ha desmayado en el laboratorio—dijo Josh.

-Entiendo. Hay que darle algo de comer, eso es todo. Tal vez podrías traerle algo, muchacho.

Josh dio un pequeño asentimiento y salió del cuarto. Después la enfermera también se retiró y yo me quede sola tendida sobre la camilla. Unos 10 minutos después, Josh llegó con un batido y un emparedado en las manos. Me senté al ver la comida y Josh me la entregó, se sentó en la butaca junto a la camilla mientras yo comía. Casi había terminado cuando Josh volvió a hablar.

-¿Ya estás mejor?

-Bastante mejor. Gracias—dije de manera amable.

-No puedes volver a hacer eso, Dayana. Pudo haber sido peor—en su voz se sentía una especie de regaño pero al mismo tiempo preocupación.

-Lo siento—dije bajando mis ojos a mis piernas.

Terminé de comer y nos quedamos un rato esperando por si me volvía a sentir mal. Después de unos 7 minutos confirmamos que ya estaba bien así que salimos de la enfermería. La señora Cruz—la enfermera—había dicho que lo mejor era que descansará por hoy. Que durmiera un poco—porque Josh le dijo que me había acostado tarde—y que volviera a la rutina mañana. Mis siguientes horas eran historia y deportes, no había problema con eso de quedarme en cama.

Josh me acompañó hasta mi habitación. Cuando estábamos junto a la puerta busque mis llaves de la habitación en el bolsillo y abrí.

-¿Quieres entrar?—le ofrecí.

-Solo un momento.

Nos sentamos en el sofá del salón común.

-Deberías intentar dormir—me dijo.

-No quiero quedarme sola, encerrada en el cuarto. ¿Quieres quedarte?

-¿Debería?—pregunto con una esa típica sonrisa suya y levantando una ceja.

-Si quieres. Podemos ver una película o algo—dije mirando el suelo.

-De acuerdo. Ve y colócate algo más cómodo y yo te espero aquí.

El amor NO se elige ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora