La fiebre avanza lentamente mientras las turbaciones en el cuerpo se hacen más notorias, miró alrededor pero no logro ver nada, hacía varios días que no descansaba, no le importaba.
Se levantó precipitadamente y empezó a surgir el miedo en sus pensamientos, no entendía dónde estaba ni qué hacía. Se reincorporo poco a poco y los sentidos empezaron a fluir.
Escuchó el leve sonido de fondo comparable con el de la lluvia cayendo lentamente sobre el pavimento. Sintió una leve corriente de ventisca fría que le pegó de lleno a la cara. Olio una mezcla de carne quemada y inciensos aromaticos.
Observó un valle desolado donde el único ser vivo parece ser el. Poco a poco las imágenes pasan, el rompecabeza se completa, y todo toma cierto sentido. Los cuadros de arte vuelan justo por encima de donde se encuentra, las mareas crecen y el agua parece desbordar a lo lejos. Cada paso lo siente pesado, es una señal de que su estancia en ese plano es limitada. Cada despertar era igual, cada pequeño fragmento de tiempo que tomaba en incorporarse luego del sueño se malgastaba en aquellas visiones que lo atormentan.
Solo una cosa estaba en su contra, sus pensamientos los cuales no se podían controlar, como una marea alta y violenta que amenaza constantemente con arremeter contra el muelle más indefenso. De las debilidades nacen sus fortalezas y en este plano se calcaba la viva realidad de otro mundo dentro suyo. Pero en todas las sustancias y átomos que se le atribuían a su creador Moonlight alrededor de él, en ninguna podía notar una pizca o esencia de amor.
¿Acaso lo había perdido?
Se negaba a aceptar dicha realidad, sus pasos toman más sentido y velocidad, ahora mismo libres de toda turbación. Un águila a sus pies, un centenar de estrellas por arriba, una luna menguante que lo observa por el horizonte, y a su izquierda las ruinas de las memorias prohibidas.
Un grito de dolor y agonía salió de Moonlight, las lágrimas querían caer pero se encontraba seco, el dolor esta vez se hacía más agudo y oprimía su pecho, lo sofocaba, le daba una sensacion de panico, ansiedad, desesperación y tristeza a su alma. Quiso sacarse su lucero del alba, su foco, su centenar de estrellas adjudicadas a todos sus sentimientos, arrancarla directamente de la raíz y dejar aquel cuerpo inerte sin una chispa de vida, pero no pudo. Se recostó en el suelo sin comprender su razón de ser, intento dormir para despertar en el mundo de los demás, aquel que sin él gira de igual manera a como giran los astros alrededor del sol.
Ya no sentía amor, ya no la amaba, la aborrecía, desde lo más profundo de su corazón, se resintió de ella. Con los puños cerrados golpeó al suelo débilmente pensando una vez más , se difumino todo recuerdo de su memoria en la cual ya no cabía aquella mujer. Aquellas manos ásperas y pelo rizado ya no significaban nada, quiso pensar en su cuerpo, levantando las manos remarcó el contorno de ella tal y como lo recordaba pero era inútil. Ante tal giro inesperado de los hechos miradas inesperadas se asomaban cerca de Moonlight, formas seductoras que contorneando sus cuerpos tenues y espumosos daban la sensación de estar en un paraíso extraño.
El águila tomaba ya un papel secundario habiendo llenado su estómago de desperdicios mentales y las estrellas se acercaban cada vez más como si ahora las espectadoras que todo lo ven fueran ellas y no Moonlight. El, todavía un poco aturdido se levantó de manera erguida y rápidamente noto como las fuerzas se recobraron y el dolor poco a poco cesaba. Dando pasos a través de una escalinata invisible se dirigía directo hacia lugares sin sentido alguno, seres fantásticos acompañaban su caminata y ángeles reían burlonamente como si supieran que seguiría a continuación.
Se sentían dueños de las palabras que poco a poco iban trazando el mismo camino que Moonlight a lo largo de este gran tramo. El ángel más pequeño de todos, Abedul, dejando de reír se preguntó por un momento el futuro del gran protagonista Moonlight, trazando una gran línea en el cielo marco entre tantos astros una figura.
Un óvalo de dimensiones gigantes, que con cada segundo se iba haciendo mas y mas pequeño. Era uno de esos pequeños trucos que a Abedul le gustaba usar cuando necesitaba guiarse de alguna manera. Así que apoyando la cabeza a las pequeñas manos blancas de un aire celestial y recostado en el césped, pacientemente poso su vista hacia el cielo esperando que el óvalo fuera lo suficientemente pequeño para saber en qué planeta o satélite había marcado. Incontables horas pasaron hasta que por fin se alumbró su cabeza de rizos rubios, refunfuñando y diciendose a si mismo - al fin- voló a una velocidad incalculable hacia su destino.
Centenares de rosas se quemaban mientras un fuego azul desconocido calentaba mas y mas la atmósfera del desconocido planeta destinado a ser el futuro de Moonlight. Abedul recorrió lenta y precisamente cada pequeña parte de aquel terrible lugar donde las visiones no son para nada esperanzadoras.
Pequeños poblados en ruinas y cantinas de donde se extraen agua negra y pútrida abundan en cada desierto. Los otros paisajes que se podían observar no tenían nada que envidiarle a la hostilidad de las quemadas rosas que marcaban todo el continente de aquel extraño planeta. El ángel ya se había acostumbrado a lugares como estos aun antes de que el mundo fuera llamado propiamente mundo. Sus delicadas manos lo habían tocado casi todo y esto no era más que un enigma a resolver para lograr entender el futuro de un alma que invadía tal plano existencial.
Desiertos rojos y bosques azules, cortinas de humo, candelabros verdes, fauna silvestre fácilmente reconocible, cuadros colgados en los interiores de las casas de los pueblos, terribles escenas grabadas en forma de arte. Los cuadros se habían repetido bastante a lo largo de todo el recorrido de Moonlight en este plano, las cosas empezaban a tomar cierto sentido. Abedul se recostó en un paisaje de matorrales bastante extenso y mirando hacia el cielo jugó con sus manos un momento, las levanto y extendiendo los pequeños dedos intentaba agarrar algo inexistente, hasta los ángeles deseaban algo en la vida.
Cabello plateado y ojos lila, aquel rostro no lo olvidaría nunca en su existencia, pequeños hilos se aferraban fuerte a su alma y de vez en cuando lo arremetieron salvajemente con recuerdos desgarradores. De aquella cara extraña y ajena en memoria pero cercana en sentimientos, humillado se sentía Abedul mientras pensaba y se lamentaba.
El único -para siempre- es aquel que nunca se dice, se cumple. Ella un dia se habia ido sin dar ningún aviso, quien sabe a qué plano o existencia lejana a el pobre ángel deprimido. Sabía que tenía que olvidarla pero nunca supo él como.
Una vez posado sus pensamientos lo bastante lejos, el pobre ángel volvió a la realidad de un golpe y comprendió que no era momento ni lugar para recordarla, se levantó rápidamente y volvió a recorrer una vez más el planeta, al terminar de hacerlo y con la información recopilada abandono aquel desértico lugar. Abedul por un momento se planteó una incógnita ¿Se puede vivir ocultando algo? pero rápidamente la difumino porque no iba al caso. Al abandonar el planeta viajó de manera fugaz hasta el hogar de los ángeles de Almendra donde al llegar a su pequeña choza de paja y maderas simples, se recostó en su humilde lecho a descansar y por sobre todas las cosas, a soñar.
Al abrir los ojos en sus sueños, Abedul se dio cuenta de que ya no era un ángel, sino una persona.
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Moonlight
General Fiction"Te debo las mejores y quizá las peores horas de mi vida, y eso es un vínculo que no puede romperse." Quizás no fue lo más inteligente que pude haberle dicho pero esperaba al menos que supiera que nuestra despedida no tendría que haber sido de la ma...