Capítulo Único

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Hacía ya un breve tiempo que había transcurrido desde aquél último duelo. Sus destinos, finalmente fueron por caminos distintos. Uno permaneció en el presente de su era moderna y el otro... Devuelto a su pasado. Pero nada volvió a ser lo mismo para ninguno de los dos. Ni para sus amigos. Algo quedó... Y aquello no fue otra cosa que... Un vacío enorme, del que no hablaban. Era como un abismo, que parecía no poder llenarse con nada por la ausencia de aquél que anteriormente lo ocupaba... Y Yugi lo sabía mejor que ninguna otra persona.

Durante ese periodo, Muto estuvo pensando, recapacitando, analizando todo lo sucedido hasta ahora. Y lo que encontró fue lo que sin duda le dio un escalofrío que le recorrió la espina dorsal, uno que le dio miedo... Sólo por darse cuenta de cada por qué detrás de las acciones de Atem. Había descubierto, quizá, los que se trataban de los secretos más ocultos del faraón, aquellas cosas que él jamás le contó y que ahora no podría hacer porque... Ya no estaba a su lado. Se había ido y no volvería, era imposible. Actualmente... Su amistad, su unión... Parecía perdida en los flujos del tiempo... Como una estrella de cuya luz se apagaba y nadie lo notaba.

Era triste... Porque Yugi mismo era consciente que... Todas esas cosas que él averiguó sobre Atem, ya no serían explicadas por éste. Por eso mismo, tenía la sensación de que había hallado el mundo del egipcio demasiado tarde... Ya no yacía consigo para dejarle las cosas claras. No había manera ya de que eso pudiera suceder...

Por otra parte, para el propio faraón la vida no era muy distinta. Le costó habituarse a su verdadero hogar, allí a donde pertenecía. Atem se sentía como un completo extraño en su propio tiempo, como si fuera un forastero sin conocimiento alguno, aunque realmente lo tuviera. Pero lo sabía perfectamente... No deseaba permanecer aquí y el hecho de no ser posible su retorno a la era de Yugi era lo que más le dolía. Pensaba en el muchacho casi la mayoría del tiempo mientras atendía sus asuntos como faraón... Mientras peleaba una y otra vez contra Seto, llegando a ser herido por éste. Todavía albergaba una herida profunda en la clavícula derecha, además de que su brazo del mismo sentido estuviera roto, teniendo ambas zonas rodeadas en vendajes. Le dolía, claro que sí pero era algo que ni siquiera le importaba. Era capaz de aguantarlo.

Se empeñaba en que su primo pudiera despertar de la oscuridad que parecía manipularlo a su antojo. Es cierto que carecía de respuestas pero tarde o temprano las hallaría. Por lo menos, logró impedir que matara a Mana, ya que lo intentó en innumerables ocasiones. Aún así, algo en su interior seguía mal... Su pecho... Continuaba vacío. Era raro que no llorase cada noche, que no conciliara el sueño porque su cabeza no dejaba de darle vueltas y vueltas, recordando todos y cada uno de los momentos que compartió con Yugi, preguntándose constantemente y sin parar si llegaría el día, el momento en el cual le fuera posible volver a verle. Ése, se había convertido en su único objetivo y pronto, entendió por qué.

El lugar de su corazón yacía junto al de Muto, era imposible que pudiera seguir amándole distanciado por cientos de miles de años... Era inaguantable. Como vivir en el propio infierno con la diferencia de que las llamas y la desesperación se encontraban dentro de su alma, de sí mismo. Sufría mucho y usualmente se preguntaba si los dioses egipcios le otorgarían el permiso para ir hacia el chico y poder abrazarlo y ser abrazado por él... Echaba de menos su cariño, su voz, sus risas, sus sonrisas, su torpeza... Y especialmente cuando dormía a su lado que se apegaba a su espalda para mantener el contacto físico. Eso era lo que sobretodo añoraba... Esos delgados y finos brazos rodearle por la noche a la hora de dormir, aquellos que le hacían sentir seguro y alejaban el miedo y la sensación de ser castigado una y otra vez por una bestia de sangre fría llamada soledad.

Ast, su madre, era la única consciente de todo lo que le estaba pasando. Ella podía ver el futuro, era un don con el que nació y la única en palacio con dicha habilidad. Por eso trataba de ayudarle, pasaba mucho tiempo a su lado para intentar amenguar esa especie de condena en la que se había convertido el hecho de haber regresado a su tiempo, a su época... A su lugar de origen. Atem no era feliz, y eso se traducía en sus escasas sonrisas. Es como si algo en él se hubiera apagado... Su alegría, su determinación... Aquello que parecía hacerle "brillar", esa fuerza que siempre desprendía, que imponía... Lo había perdido. Su espíritu se había vuelto débil... Su alma parecía llorar por sí sola...

[Puzzleshipping] Just A Dream [Yu-Gi-Oh! - Yugi Mutou x Pharaoh Atem]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora