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A veces siento que desaparezco y puedo ir donde sea. Miro a través de la ventana y no muy lejos veo el parque al que usualmente iba todos los días hace algunos años. Está iluminado por luces amarillas dándole una tonalidad ámbar al lugar, me produce tanta comodidad. De pronto, ya estoy ahí. Llevo puesto un short abrigada con una casaca grande negra. Camino sobre la vereda pisando las hojas desparramadas debido al otoño. Camino hacia uno de los bancos, alzo la mirada y logro observar todo. Observo las plantas, los arboles y cómo se mueven fuertemente, observo el pasto y el color verde oscuro que posee, observo las flores...lamentablemente, algunas marchitas, pero la mayoría muy lindas con color rojizo, casi rosa. Amo admirar aquellas flores. Amo admirar aquella naturaleza. Vienen imágenes a mi cabeza de hace algunos meses cuando tomaba fotos de toda naturaleza que se me cruzará por el camino, porque lo amaba. Me paro y doy vueltas al rededor de aquel parque. Me siento tan relajada y tranquila, puedo pensar todo lo que me venga a la mente y siento que tengo todo el tiempo del mundo. Veo algunas luces prendidas por las viviendas que lo rodean y me distraigo viendo qué es lo que hacen las personas a estas horas. Hay personas corriendo, haciendo ejercicio, otras cenan, otras salen de sus casas, mientras que otras recién llegan. Siento música a lo lejos aunque se siente muy cerca, mas no me molesta. Es de una fiesta y por momentos empiezo a seguir el ritmo. Vuelvo a sentarme en otra banca más lejos de donde estaba al principio. Siento frío, ya son casi las ocho y empieza a correr más viento a esta hora. Me gusta. Me vuelvo a parar y cierro los ojos disfrutando el momento. Pero algo interrumpe aquel instante de tranquilidad, es timbre de mi casa y rápidamente despierto de aquel trance en el que estaba. Sonrío, ya que fue como vivirlo realmente, pese a que solo fuera una ilusión.

deep thoughtsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora