The Queen

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-¿Qué tiene??? Hace tres días que estamos como locos tratando de bajarle la fiebre pero nada parece servir!!! Ya... ya no sé qué pensar!! Por favor, por favor, sálvela!!! -

El doctor de la corte miró a la preocupada madre que con desesperación sostenía a la niña en sus brazos, la mujer estaba al borde del llanto.

-Java es tu nombre. Verdad? Ven, siéntate, si no te tranquilizas vas a colapsar! Sarah sólo tiene sarampión. Desde hace unas semanas ha habido un brote aquí en El Reino y ya esperaba yo que empezasen a llegar casos desde otras comunidades... no tienes que preocuparte. Tú aun estas amamantándola, y aunque ella no haya recibido las vacunas necesarias, tus propias defensas la están protegiendo en este momento, eso es realmente una suerte. De todos modos quisiera, si es posible, que los próximos días se queden aquí, no sólo para no seguir extendiendo el virus, sino para seguir de cerca a esta hermosa paciente- acotó, acariciando la suave mejilla de la niña.

Java giró ansiosa entonces la cabeza buscando la mirada de Carol, quien se acercó y apoyando las manos en los hombros de su amiga la tranquilizó.

-Si Dr. nos quedaremos el tiempo que haga falta, y tú, Java: tranquila, ahora enviaré el aviso a casa de que todo está bien para que Daryl no tenga que venir hasta aquí, y menos aún con la tormenta que se avecina.-

Las mujeres, tras despedirse y agradecer al médico la minuciosa revisación que había hecho a la pequeña Dixon, se encaminaron hacia las confortables habitaciones que los ayudantes del Rey Ezekiel tenían previstas para las personas que estaban de paso por allí. Java estaba completamente agotada, y en cuanto se recostó junto a su hija en la mullida cama quedó casi instantáneamente dormida.

Unas horas después, Carol se encontraba a solas, disfrutando de la fresca brisa otoñal que pasaba como una inesperada caricia en aquella noche, mientras saboreaba un cigarro en la oscuridad de los pasillos que intercomunicaban los edificios de aquella comunidad. La tormenta aun amenazaba de manera inquietante desde los cielos el condado de DC., mientras insistente iluminaba una y otra vez las callejuelas del lugar con rayos que parecían quebrar el profundo azul de plutónica noche.

Una figura que le resultó conocida comenzó a acercarse hasta la mujer con andar lento, como si quisiese saborear el hecho de aproximarse hasta ella. Carol se volteó curiosa al escuchar el susurro de aquellos pasos, y una sonrisa se dibujó en sus labios, sin que pudiese contenerla, al verlo.
Hacía ya mucho tiempo que no había vuelto a encontrarse a solas con él, no desde aquella vez que había decidido abandonar El Reino en busca de una soledad que aquietara su mente y su alma de los recuerdos que de manera insidiosa la atormentaban, y de manera singular, encontrarlo allí, le resultó en una agradable sensación que comenzó a recorrerla de manera inesperada.

-Carol... bienvenida a El Reino seáis... Sea la Divina Providencia quien ha permitido este nuevo encuentro... Y si mis cortesanos me hubiesen avisado con prontitud de vuestra llegada, hubiese sido yo mismo en persona quien os hubiese recibido aquí...-

Carol lo miró fijamente, y con aquel tono tranquilo y casi despreocupado que la caracterizaba, le contestó.

-Tú y yo podemos dejarnos de papeles que nos exceden... y lo sabes... Si aún quieres representar tu papel de "Rey" con los que te rodean, hazlo, pero conmigo... déjate de gilipolleces...- añadió, con seguridad y toque divertido.

Lejos de molestarse, el Rey Ezekiel la miró entonces, recorriéndola a placer... y sin detenerse se acercó hasta quedar sólo a un palmo de distancia de ella.

-Si hubiese sabido que estabas aquí, yo mismo te hubiese dado la bienvenida, y no sólo a mi comunidad, mi dulce Carol...- dijo en voz baja, con tono grave que delataba las profundas sensaciones que en él desataba la presencia de aquella mujer.

Moneda de Cambio - ONE SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora