ONE SHOT 1

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Hace dos meses, mi vida dió un giro radical. Me mudé a Los Ángeles como parte de un programa de intercambio, vine a enseñar español y a perfeccionar el inglés un poquito más.

Llegué y me dediqué a trabajar, no he logrado encontrar realmente amistades todavía.  Pero no me preocupo por eso, pues mi tiempo es limitado, entre las clases que imparto y los libros que escribo.

Me apasiona escribir. Es mi adicción y mi escape, mi manera de procesar las cosas difíciles de la vida. Y lo hago bastante bien. (Nota de la Autora: Escribe fantástico.)

En fin, así transcurre mi vida entre libros, clases y escribir. Un día una compañera me recomienda una cafetería que queda muy cerca de la escuela donde trabajo, y decido ir a probar el café que dicen que es de lo mejor que hay en la ciudad.

Pido uno para mí, y uno para ella en agradecimiento por haberme recomendado el lugar. Entonces, en lo que espero mi pedido, decido sentarme y cuando me doy la media vuelta, choco con una pared de músculos, y todas mis cosas quedan alegremente esparcidas por el piso del local.

Me muero de vergüenza. No quiero mirarlo a la cara porque sé que seguramente estoy más roja que una cereza. Así que mantengo la vista en el suelo, mientras busco mis cosas y él me ayuda a recoger todo lo que se me perdió. Así que llega el momento en que no me queda de otra y levanto la mirada para verlo, después de haberme disculpado mil veces y haber dicho que soy una torpe unas mil más.

Y cuando levanto la mirada para verlo, no puedo creer lo que ven mis ojos. Es él. El amor platónico de mi vida. La inspiración de mis historias más exitosas. Tan perfecto, tan único. Su olor me inunda mientras me pierdo en sus ojos azules. Es más bello en persona que en la pantalla. Por Dios, es bellísimo.
Es Chris Evans, en toda su gloria, de pie frente a mí.

No puedo respirar. Más cuando me doy cuenta que él está igual de impactado que yo. Dios mío, me está mirando intensamente y yo no atino a decir absolutamente nada.

Por fin, recupero la capacidad del habla, y le digo "¡Chris! ¿De verdad eres tú?"
Y me dice con su voz profunda e increíble: "Así parece preciosa..."

Debo parecer una tonta por mirarlo como lo hago. Pero no puedo evitarlo. Es una fuerza más poderosa que mi voluntad de disimular y no puedo fingir que no me afecta, cuando perdí mi capacidad de raciocinio.

Él me dice: "¿Me permites lavar mis culpas invitándote un café? Para que no te quedes con ese recuerdo de mí, que soy un torpe y un despistado. Por favor acepta..."
"No puedo, de verdad. Se me hace tarde para mi primera clase, y además mi compañera me está esperando con su café también. Pero te lo agradezco como si me lo hubieras invitado."

Woow, es que debo estar soñando. Cuando me pide mi teléfono, y me da el suyo, y hace que le marque para cerciorarse que es mi número verdadero, me doy cuenta que en verdad se interesa por mí.

Ese día me cuesta concentrarme. No puedo dar bien mi clase, no puedo dejar de pensar en Chris. Es increíble que me lo haya encontrado así, y que te los millones de habitantes que tiene Los Ángeles, justo haya chocado con él. Espero que me llame, porque la verdad yo no me atrevería a llamarlo a él.

Así transcurren dos días. El jueves en la tarde, cuando voy saliendo del trabajo, me llama por fin. Me invita a pasear por Santa Mónica y a cenar en un hermoso restaurante italiano, pues es su comida favorita.

Me vuelvo loca pensando qué ponerme. Al fin, mi amiga Bea, me aconseja usar un vestido sencillo de verano, y zapatos bonitos pero cómodos ya que vamos a caminar por el muelle. Bendita tecnología, una conversación de Whatsapp fue mi salvación.

ONE SHOTS Chris Evans y Anne G.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora