LA PRINCESA EN SU CASTILLO ENCANTADO

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Cuando alguien no ha escrito ni siquiera, su diario de vida, es muy extraño que de pronto comience a escribir sobre sí misma.

Como dije, ni siquiera cuando adolescente escribí sobre mí misma, quizás porque la comunicación con mi madre fue siempre insuperable. Me gusta escribir sin embargo, pero nunca sobre mi propia persona, porque no me agrada la idea de referirme a mis intimidades, que sólo a mí debieran interesar.

Ahora escribo porque siento la necesidad de expresar tantas emociones y porque pienso que para algunos puede tener el valor de una experiencia que no está tan ajena a cualquier joven. Es también una forma de dejar constancia de vivencias que más tarde pueden desfigurarse en el recuerdo.

Por ahora no pasa de ser una forma de comunicarme conmigo misma, lo que me permite reflexionar sobre este torrente de sensaciones que me desborda. En este sentido ya he cumplido un objetivo, porque en estos momentos, con el papel y la pluma, me siento feliz con el solo hecho de dar expresión a lo que he vivido, comenzando desde esa etapa que parecía ser la plenitud de mi vida,

Desde luego nunca me sentí más realizada, después de haber terminado mi época escolar y con ella lo que fue mi infancia; sobre todo el percibir la capacidad de ser yo misma, de poder decidir mis acciones y, con toda· la responsabilidad que trae consigo, afrontar la vida sin poder recurrir a nadie más.

Fue más fácil de lo que imaginaba. Es cierto que tuve la suerte de llegar a una familia muy querida de mis padres, que me incorporó como una de sus hijas y de haber encontrado una pensión donde se preocupaban de mí casi como en mi casa.

También fui afortunada al haber escogido la Universidad Santa María, que fue como un sueño. En cuanto llegué la sentí como mi castillo encantado, donde sólo hay que crearse la ilusión para vivir como una princesa. Cada día, al subir las escalinatas de piedra, no oejaba de pensar en que la diferencia entre los reyes o princesas y cualquier chilena como yo, no es tan distante; ni siquiera en contar con un imponente castillo.

Yo sé qué quiero decir cuando lo escribo, pero cualCJuiera podría pensar que me he fascinado por vivir una fantasía. No, no confundo mis sueños COll la realidad; no es sólo el encanto del edificio, sino el ambiente que se percibe desde el primer día ..

La universidad es un mundo diferente, con sus propias normas, donde las cualidades de las personas predominan por sobre todas las cosas y, a diferencia del colegio, existen muchísimas posibilidades de expresar las inquietudes de cada cual. En cuanto a mi carrera, creo no haberme equivocado, aunque las primeras clases medesorientaron un poco.Por otra parte, mucho influyeron mis nuevos compañeros.Es sorprendente encontrar tal variedad de personalidadesy procedencias, donde no se puede menospreciara nadie, porque pese a las diferentes costumbresy principios, hay muchas semejanzas en aptitudes y condiciones.

  El atractivo de incorporarse a este mundo fascinanteme permitió superar las añoranzas de los años escolares,los amigos distantes y el cariño de la familia, con lamotivación de iniciar una nueva vida, sorprendente, másamplia y desafiante, donde si deseas destacarte, tienesque proponértelo y esforzarte para conseguirlo.Hubo un compañero, de cursos superiores, que desdeel primer día se fijó en mí; un alumno de IngenieríaCivil Electrónica, que es de Santiago. No podría decir quefuese estupendo, pero sí bien parecido, de pelo descuidadamenterizado y muy varonil.Parecía no ser de muchos amigos, porque la mayoríade las veces lo vi solo y callado. 

El día del mechoneo fuequien me ayudó a conseguir ropa para cambiarme y desdeentonces nos encontramos varias veces en el casino.Generalmente fui yo quien se acercó; creo que es algonatural que donde sólo hay extraños se tienda a buscar aquien de alguna forma se conoce.No quise hacerme mayores ilusiones. Por lo demás,si bien es cierto que me atraía, tampoco me volvía loca.En todo caso, para quien estaba lejos de su casa, erabueno tener a alguien con quien conversar y, a lo mejor,hacer algún programa juntos.El recuerdo de Ricardo era algo extraño. Lo echémucho de menos los primeros días, me hizo mucha falta,pero en algunos momentos me parecía sólo un recuerdoocasional. Lo llamé por teléfono en cuanto llegué, talcomo habíamos acordado, pero no volví a llamarlo hastavarios días después. Le escribí varias veces y parece quede mis cartas algo dedujo, pues comenzó a reprocharmecosas pasadas, sin que tuviese motivo para hacerlo.Me sentía aún enamorada y comprometida con nuestraspromesas. Pero había dos situaciones que me perturbaban:el encuentro con otros jóvenes y, cuando menos lo esperaba, la imagen desconcertante de Tony, el muchacho que conociera en mis últimas vacaciones. No era una evocación afectiva y ni siquiera agradable, sino el recuerdo)del (mico hombre en mi vida con quien, siendo sólo una aventura de verano, había tenido relaciones sexuales. 

Recién ahora he venido a comprender la razón deque su recuerdo no fuera algo grato, sino tan sólo imágenesextrañas que aparecían ligadas a mí, como si debiesenhaber sido ajenas.

BY: BELÉN SUGA LECHUGA

DONDE VUELAN LOS CÓNDORES (libro completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora