-¡Soltarme!¡Nunca hice tal cosa!-mi voz sonaba apagada en aquella oscura habitación de hotel.
Las sombras venían a por mi, me querían coger y llevarme con ellas. Algunas me miraban a los ojos y susurraban: "Es ella, una de las elegidas". Quería gritar. Quería huir, pero no era capaz, mis piernas no se movían.
-¡Ayuda por favor!¿Alguien?-tenía los ojos rojos de llorar y me picaban mucho.
Las manos me iban a coger cuando....
*¡RIIIIIIIIIING!*
-¡Elisa y Mireia, apagar eso ahora mismo!¿No veis que es sábado?!No hacía falta el despertador!-mamá gritaba furiosa desde la cama.
-Uff. Mía dale tú que yo he vuelto a tener una pesadilla y estoy muy cansada como para andar levantándome para apagar el dichoso despertador. Además te recuerdo que anoche lo pusiste tu- usé todos los argumentos que pude pensar con el sueño que tenía.
-¡Tendrás morro Lía! Yo también he tenido una pesadilla y no me quejo tanto y te recuerdo que lo puse porque aquí "Doña mañana hay clase y quiero llegar puntual por una vez en la vida" dijo que mañana había clase y se tenía que levantar para peinarse porque sus rizos le ocupan mucho tiempo y "bla, bla, bleh"-me dijo mi hermana mientras se levantaba y apagaba el infernal sonido metálico del reloj del Ikea.
¿Ella también había tenido una pesadilla? Cada vez eran mas frecuentes, sobretodo desde que las dos cumplimos 15 años, por lo que ya no me sorprende que las dos lo comentemos siempre. Lo que me sorprende es que justo hoy nos quejemos las dos. Si no me equivoco hoy es 10. Mía se quejaba más los días impares y yo me quejaba los pares, pero justo hoy es un día especial. Hoy el día estaba formado por el primer número par y el primer número impar. Muchas veces nos reíamos al comentarlo. Era como si nuestra madre nos hubiera hecho iguales y unos extraños acontecimientos nos quisieran marcar para diferenciarnos. Mi hermana y yo éramos idénticas, tanto que hasta a nuestra propia madre le costaba diferenciarnos. Las dos teníamos el pelo negro y muy rizo y unos ojos grandes y verdes. De pequeñas nos gustaba mucho confundirnos con la gente pero desde nuestro décimo cumpleaños ya confundirnos es algo que solo hace el mas despistado del instituto. Las dos llevamos unos collares que una enigmática señora nos regaló. Todavía me acuerdo de la historia: Íbamos las dos a comprar unas gominolas con el dinero que nos dio nuestra madre por nuestro cumpleaños y al pasar por el parque vimos a una señora sentada en un banco que nos llamaba: "Niñas venir aquí que me he enterado de que es vuestro cumpleaños y quería haceros un regalo". Sacó del bolsillo dos collares preciosos de un sol y una luna. Yo fui directamente a por el del sol pero la señora me detuvo y me dijo: " No Lía, el sol es de Mía. Así lo han querido los astros". La señora estaba tan obsesionada con que cada una se quedara su propio collar que desde entonces no los quitamos nunca y jamás se nos ha pasado por la cabeza cambiarlos."
Un día que me iba a duchar me fui a quitar mi luna pero no fui capaz, era como si estuviera pegada al cuerpo. Llamé a Mía y entre las dos intentamos quitarlo pero no salía. Estuvimos un rato tirando de el y cuando parecía que salía una voz resonó por todo el baño; "¡No lo hagáis, o conoceríais la furia del cielo!" Desde ese día no hemos vuelto a intentarlo por miedo a que esa voz nos hable se nuevo. Cinco años más tarde nos seguimos preguntando quién era aquella enigmática señora que desapareció como el polvo y cuál es la finalidad de estos extraños collares que parecen que de alguna manera muy discreta esta decidiendo nuestro lugar y nuestra misión.
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No tan iguales.
FantasiEn un vistazo rápido no sabrías decir quién es Elisa y quién es Mireia. Menos mal que los collares las diferencian, aunque más de lo que imaginan.