2•Sin nada que hacer

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Es sábado y no tengo nada que hacer. Ni deberes ni estudiar ni ordenar nuestra habitación. Nada. Ni siquiera salir a dar una vuelta con los amigos porque esta lloviendo como si no hubiera llovido en años por lo menos. Intento hablar con Mía para hacer algo productivo, pero nuestros intentos de pensar en hacer algo se ven frustrados cuando mi madre nos dice que vamos a ir a ver a la tía Eugenia al pueblo. Creo que de las pocas cosas que se pueden hacer en un día de lluvia esta es la que menos me apetece hacer ahora mismo sin ninguna duda.
-La tía "Euregia" nos volverá a contar otra vez la historia de como casi se convierte en la heredera de los supermercados Mercadona. ¿Cuántas veces van ya? ¿Un millón?- comenta en voz alta Mía con aire despreocupado.
-Y si no fuera por el pequeño detalle de que casi me denuncia por acoso, ahora mismo todos los Mercadonas serían propiedad mía- dije imitando la peliaguda voz chillona de la tía "Euregia".
Empezamos las dos ha reírnos tan fuerte que nos dolía la barriga. Estuvimos así por lo menos cinco minutos. Cuando creímos que ya era hora de parar, que al final nos iban a reñir, caímos en la cuenta de que mamá no nos había gritado como otras veces lo hacía. Nos miramos las dos; yo con desconfianza y ella con preocupación. ¿Donde estaban mamá y papá? ¿Se habían ido sin nosotras? ¿Por qué no habían avisado? Sólo hacia cinco minutos que estaban aquí diciendo que cogiéramos las maletas que volvíamos el martes.
-¡Mierda, no vuelven hasta el martes! Lía, estamos solas durante cuatro días. ¿Sabes lo que significa eso? ¡Que podemos hacer lo que queramos!- Mía estaba emocionada y la idea no me desagradaba, pero había algo que me impedía pensar que todo eso era bueno para nosotras.
-No lo se, Mía. Hay algo que no marcha bien. Noto que no tenemos toda la libertad que creemos tener- dije mientras me dirigía a la puerta de la calle- Lo sabía. Esta cerrada a cal y canto. No hay manera de salir de aquí hasta que vuelvan el martes. Además se han llevado los móviles por lo que estamos incomunicadas con el exterior-estaba claro que nos habían castigado por reírnos de la tía.
-Bueno- dijo divertida Mía- ¿exploramos el sótano?
Mi hermana era capaz de hacer que el sótano, aunque lo hemos explorado ya mas de cien veces, siempre fuera un plan estupendo. Una sonrisa fugaz se dibuja en sus labios y me doy cuenta de que esta vez va a ser distinta a las otras veces. Estamos solas, sin nadie que moleste y tenemos cuatro días enteros para explorar el sótano. Cuando está mamá no podemos bajar porque dice que hay cosas que no deberíamos ver ahí abajo, pero cuanto más le dices a una persona que no debería, ella va y lo hace. Nosotras no íbamos a ser menos, así que desde los siete años ese era nuestro lugar favorito de toda la casa. Mía me toca el collar y la miro.
-¿La luna siempre había tenido esa sonrisa tan siniestra?- miro el collar y me doy cuenta de lo que dice Mía.
-Pues tu sol ahora tiene los ojos abiertos con expresión paranoica- me fijo yo.
-Serán imaginaciones nuestras- decide Mía- ¿Vamos?
Asiento con la cabeza y nos agarramos de la mano. Tanto ella como yo sabemos que esa vez no iba a ser como las otras veces.

No tan iguales.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora