Demasiadas coincidencias. No podía ser verdad. Agarré a Mía con fuerza de la mano. Estaba asustada y Mía lo notaba. Me miró y me dijo:
-Vamos a mover el cuadro y vamos a explorarlo, ¿de acuerdo? Tenemos que llegar a una solución y si tenemos miedo o nos vamos de aquí no la conseguiremos.
Sonaba muy convencida de lo que decía. Asentí y ayudé a bajar el cuadro de la pared.
Sucedieron dos cosas que seguro cambiaban nuestros 4 días solas; detrás del cuadro había un agujero de un tamaño lo suficientemente grande para salir y de detrás del cuadro se cayó un libro muy viejo con una luna y un sol en la portada. Yo cogí el libro y Mía fue en dirección al agujero.
-Mira Mía, parece un libro sobrenatural- le dije mientras examinaba el contenido del libro.
-¡Lía, deja el libro y ven a ver esto! Es el sitio del cuadro de las abuelas. El gran olivo- la voz de Mía sonaba lejana.
Seguí la voz que provenía del otro lado del pequeño agujero. Entraba muchísima luz. Mis ojos tardaron un rato en acostumbrarse a la claridad del paisaje.
-¿Que es este lugar?- pregunté más para mi misma que para mi hermana, pero obviamente respondió ella.
-Lía, si no entras no podrás entender todo lo que quiero que entiendas. Ven, dame la mano. Sabes que estamos juntas en esto.- me consoló Mía desde el otro lado de la pared.
Con el libro sobrenatural en la mano me metí por el agujero y con la ayuda de mi hermana bajé hasta alcanzar un montón de hierba seca. Me sacudí la hierba de mis pantalones y levanté la vista, que desde que había entrado no lo había hecho ni una sola vez. Lo que ví no pudo sorprenderme más. Un enorme jardín lleno de flores de todos los colores rodeaban un altísimo olivo con pinta de tener bastantes años. A la derecha había dos columpios rojos oxidados por los años. A la izquierda un pozo de piedra gris con musgo verdoso. De frente a mi estaba Mía señalando a lo lejos. Seguí su dedo hasta los pies del Olivo donde dos piedras sobresalían intencionadamente.
-Tumbas- dije en voz alta.
Mire a mi lado para buscar la mirada interrogante de Mía, pero no la vi. La busqué con la mirada y la encontré. Estaba a los pies del Olivo observando las tumbas. Me acerqué observando las flores de todos los colores. De lejos se veían muy bonitas, pero conforme me iba acercando me iba dando cuenta de que estaban muertas. Miré los columpios y lo que de lejos me había parecido pintura de cerca era sangre seca. Me desvíe del camino y fui al pozo con el cuerpo incómodo. Mía seguía mirando las tumbas paralizada. No se movía. Estaba ahí, de pie, con la mirada perdida. Llegué al pozo y pasé la mano al rededor del borde antes de mirar al interior. Nada. El pozo parecía no tener fin. Me separé del pozo decepciona porque esperaba encontrar algo y entonces ya si que fui hasta donde estaban las tumbas y Mía. Le toqué la espalda a Mía, que se dio la vuelta lentamente. Tenía una expresión de horror en la cara. Miré la inscripción de las lápidas y leí la de gris claro.
-Nox erat. ¿Se fue la noche?
Mi hermana me miró sorprendida.
-¿Como es que puedes entenderlo? Yo solo soy capaz de leer la otra. Et diei non invenit. No volvió el día.
-¿Que? Yo la tuya no soy capaz de leerla. Es como un latín raro.- discutí con Mía.
-Eso es porque son lenguas sobrenaturales distintas, al igual que vosotras.- resonó una voz por todo el jardín.
El gran Olivo...
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No tan iguales.
FantasíaEn un vistazo rápido no sabrías decir quién es Elisa y quién es Mireia. Menos mal que los collares las diferencian, aunque más de lo que imaginan.