Despertar

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Mi pene palpitaba. Duro.

No tenía reparo. 

No, no lo tenía. 

Y tener a la mujer que deseabas desde un inicio, desnuda y frotándose en tu verga, menos.

Me encontraba cansado, excitado. Dos veces me había venido en menos de 40 minutos, creyendo que mi pene no volvería a levantarse para una tercera eyaculación, pero me traicionó.

Por los Dioses, Castiel.

Yukimora se encontraba a horcajadas de mí, acomodando sus piernas al lado de mis caderas, mientras sus manos recorrían mi torso. Sobo su vulva en mi pene recostado en mi abdomen y como por arte de magia, esté, dio un espasmo.

Gemí. ¿Qué me sucedía? ¿Tan deseoso, necesitado, estaba? Sin duda alguna, mis manos jamás se iban a compararse a su jodida vagina. Todo ese tiempo masturbándome jamás le iba hacer honor a lo que estaba sucediendo. ¿A caso nunca tendría suficiente de ella? Debía ser una broma.

¿Qué mierdas has hecho conmigo, Yukimora?— dije mientras seguía con su tortura lenta y rica.

Ya te lo dije— se agacho lo suficiente para darme un puto beso, mordiéndole el labio—, solo quiero hacerte sentir bien, muy bien.

Y que bien lo hacía.

Mi respiración se aceleró, mis sentidos a la espera de la señal verde, mi pene listo para entrar de nuevo en ella. Y como cosa de devoción, agarre su jodido culo, la levante el espacio suficiente para acomodar mi pene en su entrada...

Un gruñido inundo la habitación. Yukimora se dejó caer en una fuerte envestida, haciéndome tocar su dulce cérvix... Mierda, era tan sexy y caliente.

¡Aaah— gimió ante la presencia de mi verga de nuevo en ella, no pensé que extrañaría tanto estar de nuevo dentro de esa cueva cuando me di cuenta que aún seguía mojada y ardiente para mí. Mi semen que había metido dentro de ella, se escurría junto a sus fluidos—, Castiel!

Joder. La desesperación se apodero de mí, mi mente solo podía pensar en ella, en lo mucho que había deseado a esta preciosa mujer, mi preciosa Yukimora, en lo tan desesperado que estaba por estar tan dentro de ella y eyacular y llenarla de mí. Empezó a moverse y agradecí tanto que su inicio fuera rápido. Lo necesitaba, lo necesitaba más que nada en este mundo, ver esa desesperación en ella era como ver mi reflejo de su mi necesidad de ella.

Se movió rápido y rítmicamente, haciendo un jodido y sexy sonido con su culo pegando mis piernas y testículos. Sus fluidos, junto con mi semen, empezaron a salir y pude sentir en mi abdomen como se escurrían, la sensación era malditamente rica, ella era jodidamente rica.

La atraje asía mí y la bese, follando su preciosa boca, ahogando sus gemidos juntos con los míos. Pase mis manos por su espalda, haciendo registro de cada pedazo de su piel galleta hasta llegar a su jodido culo.

Santa mierda.

Era perfecto, tan redondo y grande que me volvía loco el hecho de recordar que ese maldito hijo de puta la haya estado tocando. Tocando lo que es mío. 

Mía.

Me baje más para que tuviera mejor entrada en ella agarrando su culo mientras la azotaba. Gimió en respuesta gritando mi nombre, le di otra mientras sus movimientos y los míos se combinaban. Era mi forma de mostrar que estaba molesto, y sabía que me preguntaría por ello más tarde.

Ahogo un sollozo y detuve mis nalgadas, lo menos que quería era que se lastimara de una manera temporal. La habitación se había iluminado lo suficiente para poder mirar en la oscuridad y bajo esa luz, el cabello de Yukimora parecía de plata.

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