2. Contratiempos

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Solo sentía el viento golpeándole en la cara. 

Cerró sus ojos con fuerza mientras se aferraba con su mano libre a la cintura  del desconocido que conducía aquella moto; agradeció que, antes de haber aceptado subir, guardó en su bolso cruzado la pistola que llevaba en mano. Pistola que según Kibum, la había tomado prestada a uno de esos hombres con los que se enfrentó en la cafetería. Ese tipo de experiencias le aseguraban que la persona que dijo que los bolsos cruzados eran ridículos para los hombres y que sólo eran exclusivos para las mujeres, era un idiota.

Aún cuando ya habían dejado muy atrás la plaza, para Kibum era inevitable voltear hacia atrás en cada cierto rato para cerciorarse de que nadie los estaba persiguiendo. Le parecía raro, porque incluso se habían saltado algunos semáforos en rojo. Y a decir verdad, Kibum nunca había estado en una persecución con la policía (más que nada, porque nunca llegó a cometer errores tan grandes en los encargos y misiones que le asignaban), le preocupaba que esa fuera su primera vez, con un desconocido.

Se preguntó si el conductor estaba planeando secuestrarlo o matarlo; en ningún momento disminuyó su velocidad desde que se alejaron de la plaza. Kibum sólo atinaba a aferrarse a él de alguna manera, como si de eso dependiera su vida.  Aunque de algún modo, sí dependía de ello si no quería caer.

Nunca le habían gustado las motos. Se le hacía difícil sentirse seguro arriba de esas cosas. Y era el doble de difícil sentirse seguro cuando en una mano llevaba un maletín y con la otra trataba de sostenerse para no perder el equilibrio.

Viendo a su alrededor, notó que se encontraban en el centro de Seúl y que el sol había salido, el cielo se había despejado, no había nubes. Era curioso cómo podía cambiar el clima de un momento para otro.

Se asomó por encima del hombro del conductor, esperando alguna reacción. No hubo nada. Tenía la vista fija en la carretera, como debía de ser. Estaba a punto de hablar aprovechando que el semáforo estaba en rojo (y que esta vez el tipo sí se había dignado a detenerse) cuando una voz un poco distorsionada lo interrumpió, se imaginó que se escuchaba así de raro por lo que llevaba puesto en la cabeza y el ruido de la calle. —¿Te encuentras bien?— habló el tipo con el casco oscuro.

¿Yo? ¿Bien?, ¿Cuando un tipo que no conozco me pidió que subiera a su moto y conduce como un maniático sin frenos, después de casi haberle cortado la garganta a una vieja con ligeros problemas con el color rojo que estuvo a punto de matarme? Claro amigo, estoy perfecto.

Quiso decirle todo lo que le podía pasar por la mente en ese momento, pero no lo hizo. — No necesitaba tu ayuda. — Kibum sabía que no era así, que si ese tipo no hubiera aparecido, estuviera jodido en esos momentos, lo sabía muy bien. Pero de igual manera, nunca lo aceptaría, y menos enfrente de él.

Escuchó una risita proveniente del desconocido antes de responder. — Sí, pero la aceptaste — contestó mientras aceleraba, el semáforo había cambiado a luz verde.

Kibum maldijo en voz baja, estuvo a punto de perder el equilibrio cuando el tipo aceleró de golpe. Volvió a aferrarse con más fuerza a sus caderas, aunque esta vez, lo hizo a propósito, no por quererse sentir seguro como antes, sino por querer causar molestia. —¿Quién eres?— dijo gritándole al oído. El sonido de la ciudad, de los autos y del mismo motor de la moto, hacía difícil que se hiciera escuchar con claridad.

De nuevo, no obtuvo respuesta.

El cielo comenzaba a tornarse de un color anaranjado y Kibum seguía con el maletín en mano, aferrado a la cintura de aquel hombre que a sus ojos, podría ser un secuestrador cualquiera.

A Kibum no le importaba si ese tipo lo había sacado de un gran aprieto, tampoco le importaba que lo estuviera ayudando en ese momento; no dudaría en usar el arma que llevaba guardada si fuera o no necesario.

Into You │JongKeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora