Prólogo

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Era verano, el comienzo de las vacaciones para los estudiantes universitarios, aquel día en que Kagome se dirigía a la parada del bus para encontrarse con Sango. Habiendo terminado su primer año, no esperaba más que disfrutar de un bien merecido descanso.

Por otro lado, Inuyasha se dirigía al aeropuerto junto a Miroku, volviendo a casa con ansias tras un ajetreado año. Iba de copiloto, cambiando la señal del radio para fastidio de su amigo, como si realmente no hallase nada bueno.

—¿Puedes dejarlo de una maldita vez? —Le preguntó, incapaz de ocultar su fastidio.

Con una sonrisa tirando de sus labios, Inuyasha finalmente alejo sus dedos, dejando una canción que nunca había oído. Algo sobre una cubana y un yanqui, y su amor que les hizo olvidarse de los conflictos.

—Agh. Y ahora te pones cursi —continuó quejándose Miroku.

Apenas acababa de darse cuenta que la chica con que salia creía, por alguna extraña razón, que él tenía intenciones de presentarle a su familia ese verano. Algo completamente errado a la percepción de él, que esperaba un maravilloso verano de relax y bellas damas. ¿En que momento comenzó una "relación" con la mujer?

Entretenido por la metida de pata de su mejor amigo, Inuyasha dirigió su mirada fuera, justo cuando pasaban frente a una parada de autobús. Una extraña sensación le insto a prestar atención durante esos largos segundos, llegando a girar la cabeza buscando... algo. Más no halló nada.

Kagome vio como un grupo de niños con su madre llegaban a su lado. La pequeña, de unos tres años, sujetaba el carro de su hermano más pequeño, recordandole esos días en que ella hacia lo mismo. Sus inquietos hermanos mayores, querían alejarse del lado de la madre, para jugar en los asientos como solo los niños suelen hacer. Notando que la cansada madre comenzaba a perder la paciencia, llamo la atención de los niños.

—Oigan, ¿quieren jugar algo? —Los chicos le prestaron atención a medias, luchando contra la curiosidad que les provocaba la joven—. Tengo dulces para el ganador —Agregó, palmeando el bolsillo de su morral en que traía unas paletas.

—¿Qué juego es? —preguntó el mayor.

Veo-veo, ¿lo han jugado? —Los niños asintieron efusivamente—. ¿Jugamos entonces?

Tras los cinco minutos que tardó en llegar el autobús que tomaría la mujer, todos los niños tenían una paleta en la mano, y Kagome se arrodillaba frente a la pequeña atando los cordones que se le habían soltado. En ese momento sintió algo extraño, que le llevo a alzar el rostro buscando... más solo vio a los sonrientes niños que le rodeaban.

—Muchas gracias —dijo la mujer, empujando el carrito hacia el autobús.

—De nada —Le sonrió Kagome, viendo como el grupo abordaba el bus con sonrisas—. ¡Escuchen a su mamá! —Les dijo a los pequeños agitando una mano.

Y entonces quedo sola en la parada, sintiéndose extraña.






[N/A: Yei! Y así comenzamos esta preshiosha historia nwn Aviso que los caps no serán muy largos, pues, para que no tengan que esperar demasiado entre cada uno. Por lo demás, espero que les guste y no quede cortó ante "Un día", que básicamente queda como una "precuela" de este (Si no han leído "Un día", a leerlo pues :v).

Muchas gracias por leer. Nos leemos luego! <3


PDT: Si te ha gustado, dale a la estrellita, comenta y comparte :D Me ayudaría mucho] 

El ritmo ideal (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora