Epílogo

196 20 29
                                    

Miraba mi muñeca, ¿cuántos meses han pasado? ¿Cuántos desde que nos conocimos? Desde que mi corazón cayó profundamente enamorado de su mirada, de su carisma, de él...
¿Debía quitarla? Es decir, es nuestro símbolo, si la quito rompería nuestra promesa.

Da igual, jamás podré olvidarlo.

Aún recuerdo nuestro último beso, sus labios sobre los míos, danzando en forma de despedida, disfrutando de ese suave contacto una vez más.

Me lastimaba solo, me torturaban los recuerdos. No puedo creer lo que pasó, aún no asimilo que todo se haya derrumbado tan de repente.

—¿Estás bien? —asentí.

Mi vida no ha sido la misma desde entonces, el silencio es el único que permanece a mi lado en las frías noches, extraño el calor de su cuerpo, extraño su aroma, extraño sus labios.

Toqué el trozo de cuero.

Jamás imaginé enamorarme tan profundamente en tan sólo una semana, en un campeonato de fútbol, en un abrir y cerrar de ojos...ahora que ya había experimentado de esta droga, salir era lo más difícil.

Me sumergí en una gran depresión tras su partida, al enterarme todo lo que sucedió en su vida luego de haber vuelto a su casa, no tuve el valor para llamarle y saber como estaba, sabía que todo era mi culpa, todos los problemas fueron ocasionados tras conocerme, tras enamorarse de mí.
Todo era culpa mía...

—¿Guille? —Frank insistía en ayudarme a sobre llevar la depresión, en ayudarme a continuar con mi vida, no pensaba suicidarme, sin embargo no tenía hambre, no conciliaba el sueño, no tenía ganas de nada. —Guillermo, por favor, me preocupas, no quiero que estés así, quiero que vuelva el gruñón que odiaba las gilipolleces de sus amigos, por favor vuelve. —el castaño comenzó a llorar, cosa que no esperaba para nada.

—¿Por qué lloras? —todos estos meses había hablado pocas veces, me atrevo a decir que esta sería la vigésima vez desde su partida.

—Quiero ayudarte siempre, como lo prometí ¿recuerdas?, —cogió mis manos y me miró decidido. —quiero sacarte de toda esta mierda una vez más pero no sé cómo. —continuó llorando amargamente. —Sé cuánto amaste a Samuel, aún me sorprende lo rápido que se enamoraron el uno del otro, pero no puedes seguir así, no está muerto.

Muerto, esas palabras retumbaron con eco en el interior de mi cabeza, sabía perfectamente que no lo estaba, sin embargo, estar sin él a mi lado, sin sus caricias, sin su amor... era lo mismo, estaba ausente, distante, muerto...

—Sé que no está muerto Frank, pero es como si lo estuviera. —una lágrima recorrió mi mejilla. —¿Crees que no odio esto? ¿Crees que no odio extrañarlo de la manera en que lo hago? ¡Odio este sentimiento! ¡Odio el amor! ¡Odio la culpa! ¿Por qué llegó a mi vida? ¿Por qué? —comencé a llorar mientras gritaba por la frustración, Frank me abrazaba mientras ambos nos desahogábamos, eso era lo que necesitaba, liberar mi alma.

—Vamos a salir juntos de esta, hemos salido juntos de muchas otras cosas, ¿recuerdas cuándo nos conocimos? ¿Recuerdas cómo todos te hacían la vida imposible y querías morir? ¿Recuerdas la fortaleza que tuviste para salir adelante? Quiero ese Guillermo, quiero a ese chico que luchó contra corriente, que quiso superarse, que quiso vivir. Quiero que estés bien, quiero que estemos bien. No sabes la falta que nos haces, la falta que me haces. Rubén se volvió retraído, callado, ¿comprendes? Él nunca se calla la puta boca. —su llanto lleno de agonía me hacía entender que todos estábamos mal, que no era el único sufriendo. —Dice que lleva consigo la culpa de lo sucedido, no creo que sea de nadie ¿sabes? Fue un accidente...—hubo un silencio. —Tiró su skate, ni siquiera cuando rompió su muñeca. —comenzó a llorar más. —Desde que los chicos se fueron las cosas cambiaron, cada uno complementaba la mitad del otro, cada uno fortaleció al otro, parecía que estábamos destinados a encontrarnos, su partida nos destrozó por igual, a todos nos afecto que se hayan ido y más en las circunstancias que ocurrió, incluso puedo apostar que la culpa es lo que nos destroza aún más, a ustedes el accidente y a mí no saber como ayudaros.—las lágrimas cesaron. —No puedo yo solo Guille, no puedo cargar con el peso de los tres, también me siento mal, siento que moriré por la tristeza, por la impotencia de no saber ayudarnos a seguir, quiero sacaros adelante, no quiero morir y dejaros solos, Rubén es un niño, tú eres mi hermano, no puedo dejaros aún... —nos abrazamos con una fuerza descomunal, todos estábamos pasando un infierno pero ninguno fue capaz de hablar, la tristeza nos calló, el dolor nos cegó. Teníamos que salir adelante los tres juntos, como los amigos que éramos, porque no era una simple amistad, era una de esas que valen la pena, de esas donde ninguno te abandona, tenía que seguir por mis amigos, tenía que seguir por mí.

—Vamos a salir de esta Frank, vamos a continuar a pesar de todo, vamos a estar juntos en todo momento. —lo abracé como nunca había abrazado a alguien, lo necesitaba demasiado, necesitaba el calor de mi mejor amigo.

—Amo tu fortaleza.

—Y la mantengo gracias ti, tú eres mi pedestal más fuerte, aquel que cargó con mi peso. Ahora yo debo ser el pedestal que soporte el tuyo. —cogí su mano con fuerza. —Vamos a mi casa, quiero jugar con la consola, hace meses no la uso.

—Vamos. —me sonrió y comenzó a caminar.

—Lo siento. —susurré para mí.
Ahora mi muñeca estaba desnuda.












No me odien por como terminó, en realidad todo lo tenían planeado desde un principio, cada parte estaba establecida en mi cabeza de esta forma desde que se me ocurrió escribirla.

Sé que el epílogo quedó súper wtf? No se comprende absolutamente nada pero así me dio la gana escribirlo, ahre no.

En fin, muchísimas gracias por haber leído esta historia, la primera que acabo, record personal jaja. Gracias por votar, comentar y recomendarla con el resto, gracias de verdad.
-Beth

Hospedado| Fanfic WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora