De Enemigos a Algo Más [Jack Frost] •En Edición•

†chapter four «The Woman»†

†capítulo cuatro «La Mujer»†

La castaña rojiza suspiró rendida, ¿Acaso no tenía poderes? ¡Algo debía de poder hacer! Cuando intentó levantar el hielo y dijo esa ridícula palabra creyó escuchar una risa, aunque fue leve, decidió olvidar eso y se levantó para marcharse de ahí.

Jack la vio levantarse y, como acto reflejo, él también lo hizo, estaba enojado con ella (aunque una parte de él no lo estaba) así que decidió irse a seguir su trabajo.

Desde las sombras de un grueso y frondoso árbol, una figura femenina encapuchada con un vestido negro como la noche, en su torso llevaba un corsé que hacía ver su figura pero carecía de escote. Tenía una falda larga hasta los tobillos, hecha de cuatro capas delgadas de tela negra que caía en picos y unos ojos de igual color.

—Mirala, tan~ ingenua —alargó la palabra—. Piensa que puede usar su poderes y aparentar ser un ángel, pero cuando menos te das cuenta... ¡Bam! Te arrebata todo —habló con odio.

—Paciencia, querida, cuando tengamos el collar en nuestras manos podrás hacer con ella lo que quieras —dijo la inconfundible voz de Pitch tranquilamente a la mujer.

La de ojos negros subió la mirada hacia la Luna que brillaba intensamente, como si tratara de que Nyx los notara.

—Nada podrá evitar que obtengamos ese collar y cuando lo tengamos seremos los seres más poderosos del mundo. Tú, Hombre de la Luna, no podrás evitar que la pequeña Nyx sea destruida —contó malévola y una sonrisa afilada se asomó en su rostro.

Nyx pareció recordar algo porque segundos después de dar unos pasos regresó para recoger su collar del suelo y luego irse a casa.

Pitch al verla irse sonrió porque sabía (o creía, mejor dicho) que lograría su plan.

—Es una niña, caerá fácilmente —aseguró el hombre de ojos dorados con seguridad.

La de ojos negros de acercó bastante a él y estando a centímetros de su oreja susurró—. Más te vale —y desapareció dando pasos elegantes y sensuales hacia la sombra del gran árbol.

Cuando la semivampira regresó a casa, abrió la puerta y pudo ver a su padre a punto de salir con su maletín hacia su trabajo. El hombre se alivió al ver a su hija frente a él sana y salva.

—Que bien que estás aquí, Maya está preocupada —dijo pero aún así la niña no mostró alguna pizca de amistad.

—De acuerdo.

Pero antes de que se fuera su padre le habló con suavidad—. Te amo.