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23 de abril del 2021

Carolina Kopelioff

Solté un pequeño bostezo mientras terminaba un informe. Apenas había dormido la noche anterior, pues estaba en una pequeña etapa donde el insomnio me dominaba fuertemente, y cuando finalmente logré dormir algo, las pesadillas nublaban mi sueño, empeorando la situación. Además de que ya era la hora de  trabajar, por lo que no pude descansar absolutamente nada.

—¿Anoche tampoco dormiste bien?—consultó Ana al ver que bostezaba por décima vez en la mañana.

—Todos los años es igual, este mes me consume—murmuré cerrando un poco los ojos.

—Imagino que sí, más considerando que en dos días se cumplen cinco años del accidente.

¡Gracias por hacerme acordar! Como si no lo supiera, es en lo único que pienso todos los días.

—Lo sé, las pesadillas no me dejan tranquila—murmuré—y él sigue sin despertar.

Eso lo dije en apenas un susurro, pero bastó para que ella me escuchara, pues esbozó una pequeña mueca sin saber que decir. Desde esa mañana en la que había despertado del hospital, mi familia estuvo conmigo todo el tiempo, sin embargo, Gastón no lograba despertar. Una vez estuve de alta fui a verlo, me dolía el alma verlo postrado en esa camilla, sin moverse, sin reaccionar a mis roces. Sus padres lloraban desconsoladamente al ver que no había forma de hacerlo despertar, y no podía evitar unirme a ellos.

Así fue como Gastón ingresó en estado de coma vegetativo, permaneció varios meses allí hasta que la clínica nos dio la opción de desconectarlo. Esa decisión no me correspondía pero me sentí aliviada de que sus padres me tomaran en cuenta. Finalmente, no lo hicimos, los tres estábamos aferrados a la idea de que despertaría, y si podíamos seguir pagando por su lugar en la clínica. Muchas personas nos creerán egoístas, o dirán que es en vano alargar su vida a través de máquinas, hasta agregan que es obvio que no va a salir de esa situación, pero, ¿Cómo te paras frente a una persona inconsciente y decidir por sobre ella desconectarlo del mundo? Quizás para otra gente era más sencillo, pero en mi caso solo tendría un vacío de culpa. No me quiero imaginar sus padres, ¿Cómo un padre o una madre se planta frente a su hijo y toma la decisión de que tiene que morir? No es una decisión fácil. 

—Ya va a ser hora del almuerzo, ¿Por qué no aprovechas y sales a comer afuera? Tal vez un poco de aire te vendría bien—me sonrió sin saber como animarme.—Podrías ir a lo de Pocho, su comida es genial y siempre te hace reír.

Sonreí un poco ante esa verdad, Pochoclo era un imán de risas aseguradas, sin embargo, no era idiota. Sabía que él tenía una especie de interés romántico en mí y hoy no me sentía de ánimos como para rechazarlo con educación y sutileza.

—Preferiría terminar esto de una vez, ¿Puedes pedir por delivery y almorzamos juntas?—le pregunté.

Lo cierto es que me agradaba pasar tiempo con Ana, era la única a la que no había alejado por mi mal humor. Luego del accidente y la falta de Gastón, mi vida se había vuelto una constante rutina de trabajo y hospital, nada más. Apenas visitaba a mi familia en eventos especiales, y ni hablar de como me había alejado de mis amistades. Todos ellos habían tratado de llegar a mi, de hacerme ver que no era sano lo que estaba haciendo, pero yo estaba tan enfrascada en mi depresión que no lo notaba. Solo sé que varios dejaron de insistir, y para cuando quise seguir adelante, me había quedado sola.

A Pochoclo y Ana los veía continuamente, y nunca les tuve demasiada confianza pues apenas los conocía, pero ahora no me veía sin ellos. Sin siquiera darse cuenta me habían ayudado, pues no tenían forma de evitarme, trabajaba con ellos, bueno, con ella, pero él también en cierta forma. Estaba feliz de haberlos encontrado, de seguro a Gastón les habrían caído bien.

All Of Me《Aguslina》|EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora