La sirena saltó una rama y siguió corriendo. Empezó a sentir que se le secaba la piel, y rezó con toda su alma para no desmayarse por la falta de agua.
Se volvió a agachar para pasar bajo la rama de un árbol en medio del camino y sintió cómo el vestido se enganchaba al antiguo tronco. Tiró con fuerza y siguió corriendo a pesar de que la tela se había roto, a pesar de que se había quedado una valiosa prueba de su camino atada al árbol. La mujer abrió la boca para coger aire, para intentar hacer desaparecer esa sensación de ahogo que se había instalado en el centro de su pecho y no se desvanecía a pesar de todos los esfuerzos que hacía. Abrazó con fuerza su preciada carga, su hija, una pequeña sirena de siete años que no entendía nada de lo que hacía su madre. La envolvió con sus delgados brazos como si así pudiera hacerla desaparecer. La niña se agarró a los tirantes de su vestido y hundió la cabeza en su pecho, intentando escapar de allí.
La sirena volvió a escuchar las voces dentro de su cabeza, atormentándola desde el primer momento en el que había puesto un pie en la linde. Esas voces manipuladoras, antiguas pero nuevas, horribles y a la vez hermosas, que le susurraban que ese no era su lugar, que debía volver a su reino antes de que fuera demasiado tarde. Esas voces que le asustaban mucho más que los perseguidores que les pisaban los talones.
Los gritos de los Cazadores aumentaron de volumen, enredándose con las poderosas voces en una fatal melodía. La mujer cerró los ojos con fuerza. Las antorchas relucían tras ellas, advirtiéndoles de la posición de los hombres que corrían sin descanso, maldiciendo en voz alta cada vez que perdían su rastro. La sirena paró su carrera de golpe para recuperar el aliento. Su respiración se volvió superficial mientras miraba hacia todos lados, buscando, sin éxito, una salida por la que escabullirse, por la que escapar de ese horrible destino que le echaba el aliento en el cuello. Dejó a su hija en el suelo con cuidado, escondiéndola tras un frondoso arbusto que la ocultaba por completo al darse cuenta de que esa era la única opción que le quedaba para intentar salvarla y alejarla de las afiladas garras de esos monstruos. Se arrodilló frente a ella y la abrazó con fuerza.
—Arcadia —susurró en el hombro de la pequeña. La niña rodeó con los brazos a su madre, sin saber muy bien qué hacer—. Arcadia, en cuanto se vayan, escapa de aquí. Corre hacia el mar y no pares hasta que lo consigas. Nada hasta encontrar alguna colonia submarina, ¿vale? —le echó el pelo hacia atrás y jugueteó con varios mechones. La mujer se mordió el labio para aguantar las lágrimas—. Sabes que te quiero, ¿no?
Arcadia asintió, llorando al ver a su madre así, aunque desconociendo el motivo. Se entristeció al no encontrar la alegre sonrisa siempre mostrada en el hermoso rostro de su madre, de piel de porcelana y cabello azabache como el carbón. Buscó en sus ojos la alegría de todos los días, pero solo encontró una gran pesadumbre y miedo.
Mucho miedo.
—Y por encima de todo —continuó la sirena. Cogió el rostro de Arcadia entre sus delicadas manos, y los anillos que llevaba en los dedos acariciaron las mejillas de la niña—. No hables con nadie. Solo con otras sirenas. Pero sobre todo con ningún humano.
Arcadia volvió a asentir y su madre le dio un beso en la frente. Se abrazaron de nuevo.
—Arcadia, mi tesoro —murmuró para sí misma la sirena—. Nos veremos pronto, mi princesa.
Se separó de Arcadia y desvió la vista hacia ambos lados. Tras una última mirada llena de amor y cariño, se perdió en la bruma de la noche.
Arcadia no sabía que esa sería la última vez que hablaría con su madre.
Pasaron los minutos, y el silencio se instaló en el bosque. Los pájaros hacían rato que se habían escondido en sus altos nidos, y parecía que los depredadores nocturnos habían evitado por todos los medios acercarse a la zona en la que Arcadia estaba. También habían desaparecido esas pequeñas figuritas que la joven sirena había visto por todo el bosque, mirándolas a ella y a su madre cada vez a menor y menor distancia, riendo, señalando, susurrando. Arcadia se estaba lo más quieta posible, pero no podía evitar pensar.
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Oscura Melodía {LS#1} // #PGP2019
Fantasía«Eres una oscura. Un ser lleno de maldad que necesita proyectarla al exterior. Una criatura que engaña con todos los sentidos, que hace que caigas en sus redes para luego clavarte un puñal en la espalda. Una sirena que disfruta haciendo sufrir a los...