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No hay evidencia. Sin embargo, en ese momento, todos lo sintieron. Son los prodigios de la década, la Generación de los Milagros. Ningún jugador es igual a él. Incluso si apareciera un...
—¿Qué tan fuerte es la generación de los milagros?—preguntó Kagami a su compañero mientras salían del MajiBurger, el peli-rojo se encontraba interesado por aquellos prodigios que los reconocen fácilmente como los mejores jugadores de la liga—.Si jugará contra ellos ahora, ¿que tal me iría?
—Serías aplastado inmediatamente.
—¿Tenías que decirlo de esa forma?— se volteo con su semblante de enojo hacía el más bajo.
—Cinco de los seis prodigios a hido a jugar cada uno para su propia escuela.—comenzó a relatar Kuroko mientras daba un sorbo a su malteada de vainilla. —Y una de esas escuelas quedará en la cima.
—¿Acaso dijiste cinco de los seis prodigios?
—Asi es, uno abandono el club, meses después de salir lesionado en un partido.—dijo mientras una expresión de enfado aparecía en su rostro, sorprendiendo a Kagami—El último partido donde jugó, nuestros contrincantes utilizaron métodos sucios, sabían que no podían ganar pero igualmente intentaron cambiar la jugada. Ellos la lastimaron.
Kuroko odiaba cuando utilizan esas estratégias, odia cuando sus compañeros de equipo están amenazados y ya lesionados por los métodos sucios en el juego. Kagami mira confundido al escuchar las últimas palabras del fantasma.
—¿La lastimaron? Acaso me estás diciendo que...
—El séptimo integrante de la generación de los Milagros es una mujer.
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El bullicio de la gente estalla en su audición. Kagami mira de reojo a su alrededor, pero no hace contacto visual con nadie, mientras se abre paso hacía las escaleras que dan al primer piso del edificio.
Las risas y los chillidos eufóricos de la cafetería son ajenos a él, mientras se concentra en llegar a su destino.
En su cabeza aún rondaba aquella charla con Kuroko.
Kagami Taiga podía describirse como alguien ambicioso, tenaz y decidido. Él se niega a renunciar en una situación difícil, el es muy fuerte mentalmente. Sin olvidar, su espíritu de lucha inquebrantable y furioso. Le gusta jugar contra rivales fuertes y no ve momento de jugar al baloncesto cuando no hay oponentes más fuertes.
Él está decidido a derrotar a la Generación de los Milagros y convertirse en el mejor jugador de Japón.
Camino hacia la salida, en dirección al patio, aún quedaba veinte minutos del almuerzo antes de retomar las clases, distraído en sus pensamientos, choco con el que venía delante.
