Capítulo 5: Arturo

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Al despertar, no recordaba casi que había pasado ayer. Me levanté de mi acogedora cama, me vestí, tomé mi arco, mi carcaj, mis flechas y salí a toda prisa del castillo. Quería olvidar todo lo que pasó ayer, aunque no sabía por qué.

Me subí a mi caballo y me dirigí al bosque, para entrenar mi puntería con el arco.
A medio camino, me encontré con un potrillo atrapado en unas raices, no quería asustarlo más de lo que estaba, así que me acerqué sin mi arco si flechas, agarré su pata trasera y la liberé sin problema alguno. El bebé caballo se fue corriendo hasta que desapareció entre los árboles.

Cuando seguí cabalgando, me perdí, con tantos árboles iguales, ¿quién no se perdería? Como aún no tenía deseo de regresar, seguí cabalgando, dejando que mi caballo, Relámpago, siguiera el rumbo que él quisiera, pero eso sí, vigilaba si algún animal nos perseguía.

Tras pasar una hora, me bajé de relámpago.
-Eh, Relámpago, ¿sabes regresar a casa?- pregunté al potro.
Como esperaba, su respuesta fue un relincho.
Para dejarlo descansar, empecé a tirar flechas a los árboles, entonces escuché algo sumamente extraño, eran... Aullidos, no existían lobos en el reino, no desde... El accidente.
Desesperada, quitaba las flechas de los árboles y las ponía en mi carcaj, solo una quedó en mi arco.
De repente salió un lobo, un enorme lobo con colmillos de unos 10 centímetros. Tensé la cuerda de mi arco y disparé, lo bueno fue que le di, lo malo fue que no le gustó que le diera en el ojo.
El lobo Arturo, como lo llamé (no se por qué le puso nombre, pensé que sería gracioso), me persiguió mientras yo me subía a Relámpago y galopaba hasta salir del bosque.
Como nunca había visto un lobo, ya que solo lo leí en un libro de leyendas, comprobé que era cierto un dato: los lobos son veloces.
No lo quería matar, ni herir, pero no quedaba alternativa, tenía que escoger, así que escogí herirlo, no soy capaz de matar a un animal. Ya estaba harta, tomé una flecha y le apunté en la pata derecha delantera para que no me alcanzará. Le dí, pero no me sentí bien.
Salí del bosque y cuando me volví, ya no estaba Arturo. Me sentí aliviada y regresé al castillo con Relámpago.
No anhelo volver a ver a Arturo, porque si es así, estará molestó por su pata y ojo.

La princesa guerreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora