1

91 3 3
                                    

"¿Cuántas veces tengo que repetírtelo Raven? Está ya es la sexta vez. No entiendo como puedes ser tan desastroso. Si continúas así tendré que expulsarte." 

Otra vez este horrible despacho. Es mi segunda vez esta semana, un nuevo récord. La directora del internado estaba sentada en su despacho, en frente de mi. Me miraba con sus ojos serios a través de sus gafas cuadradas. Igual de fea que siempre : con su nariz puntiaguda, ahora algo arrugada por el enfado; su pelo negro y corto algo mojado por el incidente; sus labios finos y agrietados; y su permanente aire serio. Parecía una bruja. Bueno... lo era.

"¿Me estás escuchando?" Su áspera voz me saca de mis pensamientos.

"Sí, señora."

"¿Ya no lo harás más?"

"No, señora."

"Está bien, tomaré tu palabra, puedes irte." Me levanto y salgo del despacho dejando la puerta abierta detrás mío.

Vuelvo a mi habitación. Al abrir la puerta veo a mi compañero de cuarto esperándome sentado en su cama.

"¿Y bien?" Steven deja el libro en su regazo y me mira con suspicacia.

"Creo que ya te has hecho una idea de lo que ha pasado."

"Puede... pero me gustaría cerciorarme así que canta." Una sonrisa se asoma por las comisuras de sus labios.

Si se quitara la gafas e hiciese algo más de ejercicio podría llegar a ser algo atractivo. Tiene el pelo negro algo largo y que nunca parece estar en su sitio, aunque tengo el presentimiento de que le da igual. Tiene los ojos de un verde claro pero las gafas y su flequillo se los tapan. A veces me saca de quicio pensar que este nerd podría llegar a ser casi tan guapo como yo, sin siquiera proponérselo.

"Ya sabes, lo típico : ya no hagas esto, no hagas lo otro, nya, nya, nya..." Me tiro sobre mi cama boca abajo.

"Su frase preferida."

"Exacto."

Steven vuelve a su lectura y desconecta. Miro a mi alrededor y veo que el cuarto se ha vuelto a llenar de libros de la biblioteca. Habrá que devolverlos mañana en cuanto podamos, ¡que fastidio! ¿Por qué los libros no podían moverse por sí solos? Sería mucho más fácil.

La campana que anuncia la cena suena con la maldita musiquita de siempre que nos tiene hartos a todos, pero a decir verdad nos encanta oírla cuando anuncia el final de las clases.

Salimos del cuarto y nos dirigimos al comedor. Steven con su libro en las manos, y yo con las manos en los bolsillos. Nos sentamos en nuestra solitaria mesa con los ojos de todos los residentes en mí. Eso es lo malo de los internados, como pasamos media vida juntos nos conocemos de toda la vida, así que los rumores se esparcen con rapidez. Supongo que todos ya saben que le tire agua a la directora esta mañana. Bueno, en realidad no se la he tirado directamente. El cubo de agua se movió solo y le echó el agua encima. A causa de mi reputación de chico problemático toda la responsabilidad cayó en mí.

Las puertas del comedor se abren y entran los cocineros con bandejas llenas de platos y nos sirven según pasan. Una de las sirvientes, Clara, pasa por nuestra mesa y nos da nuestros platos. Cuando nuestras miradas se cruzan, me sonríe. Hago lo mismo. Como siempre estoy expulsado de clase, la veo por los pasillos. Tiene sólo dos años más que yo. La primera vez que nos conocimos fue porque me choque con ella al ser expulsado por tercera vez en un día. Desde entonces hablamos cuando no hay nadie alrededor, o cuando estoy expulsado.

"Raven... ¡Raven!" Steven me saca de mis pensamientos. "Tu comida se va a enfriar." Miro el plato que tenía en frente mío. No tengo hambre. Después de este magnífico día, se me ha ido el apetito.

Al terminar la cena, nos dirigimos todos a la Iglesia. Cada noche, después de la cena, y por la mañana, antes del desayuno, tenemos que ir a la Iglesia. Otra desventaja de estar de estar en un instituto religioso. Aunque la mayoría de la veces me escapo... No es mi culpa. Cuando la misa sea más divertida, acudiré sin problema.

Me dirijo allí sin ganas, porque sé que la directora estará vigilándome por el incidente de esta mañana, y no podré escapar tan fácilmente. Suspiro. Crucemos los dedos para que no me duerma en medio de está "ceremonia". Me siento en la última fila. Cuanto más lejos del cura, mejor...

"Que raro verte por aquí." Me giro al oír una voz a mi izquierda. Era Liam, otro de los causa problemas. Sí, no solo lo soy yo, aunque soy el que más problemas causa, y mi nombre es el más pronunciado en los altavoces pidiéndome ir al despecho de la directora. Liam no me cae mal, ya hemos hablado más de una vez, pero hace cosas que no me gustan. Es más de estos que abusan de los más débiles. Y esto no me gustaba nada.

"Ya sabes, después del accidente de está mañana, no quiero tener más problemas. Además, la bruja me está mirando." Señalo a nuestra directora con un gesto de cabeza. Liam la miró y una sonrisa burlona apareció en su cara.

"Me tendrás que explicar tu truco. Me encanta lo del agua, nunca se me abría pasado por la cabeza. O esa vez, en química. Fue mi truco favorito."

Había olvidado completamente lo de aquella vez. Conseguí hacer explotar la mezcla química que había que preparar, creando un humo tóxico que nos hizo saltar un día entero de clases. Lo peor es que ni sé lo que hice mal. Luego la profesora me explicó que como había cerrado totalmente el "Erlenmeyer" con la cera y el ácido clorhídrico, los ingredientes acabaron explotando en la reacción. Mi castigo? Un día entero ayudando en la iglesia. No podían haber elegido un castigo más aburrido. "Gracias... supongo."

La misa comenzó al oír al coro cantar. Las canciones son siempre las mismas así que no puedo evitar ponerme a simular que estaba orquestando el coro mientras, sin razón, miro las pequeñas llamas de las velas junto a ellos.

En el momento en que la canción se ponía algo más emotiva, y tengo que admitir que después de la asistencia en la iglesia me las conocía todas de principio a fin, extiendo los brazos de arriba hacia abajo y los vuelvo a subir con algo de fuerza. En ese instante las velas se caen, todo el mundo entra en pánico. Las velas estaban quemando las túnicas de algunos coristas, alguna cortina que dirigía a cualquier habitación apartada. En minutos, todos los presentes en la iglesia salieron corriendo y lo monjes que habían reaccionado con más rapidez estaban terminando de apagar el fuego. Afortunadamente nadie estaba herido gravemente. Los coristas habían apagado en seguida las llamas de sus túnicas dejandoles unas quemaduras ligeras que curarán en dos semana y la iglesia sólo tenía marcas de humo y alguna cortina quemada.

Una vez fuera con Steven y Liam, siento una furiosa mirada en mí y un sentimiento culpable me inunda. Los dos me hacen una señal con la cabeza par que me girase. La había cagado, ahora si que me encontraba en buenos problemas. Al girarme veo a la directora del internado mirándome con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

Hay madre...

~~~~~
Heya!~
MargoPM y yo somos nuevas en esto de escribir, esperamos que os haya gustado.

The AriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora