Ave del invierno ❄ [y.m]

Prólogo: un pueblo llamado Nörio

♪Energy flow — Ryuichi Sakamoto♪
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     Nörio era conocido como el pueblo del eterno invierno. El sol solo se mostraba durante unas horas antes de ser opacado por las gruesas nubes grises que parecían solo otra extensión del lugar.

     Los árboles del bosque, siempre desnudos, solían danzar al son que el viento deseaba. Sus ramas chocaban entre ellas, creando una hermosa melodía que arrullaba a cualquier ser viviente que se internara en ese místico lugar. Sin embargo, y a pesar de todo ello, había algo más que atraía a las personas.

     Los pueblerinos solían susurrarlo en las esquinas, o dentro de sus casas mientras tomaban algo caliente. Era aquel cuento mágico, esa leyenda que tomaba fuerza cada vez que escuchaban al bosque cantar. Era la lamentable historia de aquel joven hombre:

     Él había venido desde muy lejos solo para internarse en el frío bosque de Nörio. Tal vez escapando de los ojos juzgadores, quizás huyendo de todos sus pecados, nadie lo sabía.

     Era un joven encantador, aunque algo tímido y de ojos tristes. Su rostro era pálido y blanco como la porcelana misma, y tenía un rubor en sus mejillas que siempre lo acompañaba junto a la sonrisa más hipnotizante que alguna vez se haya visto por aquellos tiempos.

     Muchos decían que era un príncipe que había desobedecido las órdenes del rey, y que había sido castigado por ello desterrándolo de sus tierras. Otros aseveraban que había sido maldecido por una bruja hechicera de la isla contraria y que había tenido que cruzar todo el océano para evitar que lo asesinara.

     Eran muchas versiones las que se escuchaban. No obstante, la que más encantaba a los visitantes del pueblo era aquella que hablaba sobre su extraña habilidad para transformarse en un ave. Esta historia de un hombre dueño de un poder mágico, fue creciendo hasta hacerlo algo legendario.

     Se aseguraba que había aparecido hacía muchos años como un espíritu protector del bosque y de todas las personas que habitaban en él. Los que lo habían visto en su forma animal lo describían como un ave gigante, tal vez de un metro y medio de alto, con un plumaje tan blanco que llegaba a confundirse con la nieve misma, mientras que sus ojos resaltaban en un color azul resplandeciente.

     Y su canto, su canto era el más celestial que alguna vez había sido entonado. Se decía que hacía tu alma llorar con solo escucharlo. Sus tonadas melancólicas y tristes escarbaban hasta llegar a esa cueva oscura y solitaria que todo ser viviente ocultaba en su interior. Arañaba hasta que la gran roca que la obstruía era destrozada y entonces todas y cada una de esas emociones reprimidas caían libres como el cauce de un río.

     Una criatura de clima frío y escenarios blancos, capaz de tocar el alma con solo su voz fue descripción suficiente para que rápidamente fuera bautizada con un nombre. Para entonces, y luego de años, la mítica ave del invierno seguía entonando sus cantos y seguía tocando el espíritu de cada persona que llegaba a escucharla.

     Pero, ¿Era realmente esa la historia del ave del invierno?

     JiMin era un joven muchacho que había vivido toda su vida dentro de cuatro paredes. Siendo víctima de una enfermedad que carcomía su interior lentamente, nunca había visto la luz del sol y mucho menos percibido su piel erizarse como solo un clima frío podía hacerlo.

     Algunas veces, cuando el dolor era demasiado y las alucinaciones se adueñaban de sus sentidos, se veía como un niño de unos siete años corriendo y saltando por un bosque lleno de vida. Trepaba los árboles con una agilidad envidiable e increíble para un hombre que había pasado toda su vida postrado en una cama.