Ave del invierno ❄ [y.m]

Capítulo uno: estoy en casa

♪Solitude — Ryuichi Sakamoto ♪
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     Fue el sonido de la voz del maquinista del tren el que lo sacó de su ensoñación. Había estado dibujando figuras abstractas en la ventana del vagón con su dedo. A veces era una sonrisa, a veces simplemente patrones curvos, pero no era algo que su mente realmente analizaba.

     Había estado recordando lo ocurrido unas horas atrás. Cómo su madre lo había llamado y cómo su corazón se había detenido después de escuchar su voz. Aun no podía asimilarlo, pero intentaba hacerlo. Aplanando sus labios, tomó la bolsa de viaje que se hallaba a su lado para después bajar del tren.

     Fue a causa de la ausencia del ruido de maletas siendo arrastradas, voces gritando y personas chocando contra otras lo que habían hecho que recordara que hacía muchísimo tiempo que no regresaba a ese lugar. Habían pasado tantos años que no recordaba lo silencioso que podía ser todo allí.

     La culpa no tardó en instalarse en su pecho. Ser consciente de la razón por la que había vuelto era difícil de creer a veces, pensar que solo venía aquí para despedir a una de las personas más importantes en su vida en vez de visitarla... Era como si estuviera cargando todo el peso del mundo en sus hombros.

     Habían transcurrido nueve largos años para ser exactos. Tiempo en el que había estado viviendo en la gran ciudad cumpliendo uno de sus mayores sueños, hacer música. Fueron arduos días, semanas y meses estudiando y creando para poder lograr lo que tanto quería y, en ese tiempo, había visitado muy pocas veces ese pueblo.

     Ser escogido por una pequeña empresa en crecimiento fue algo que jamás esperó. Claro que, debido al poco tiempo que la misma llevaba en el mercado, todos quienes trabajaban allí debían dedicarse tanto como podían a su deber. La meta era hacerse un lugar en la industria y YoonGi estaba dispuesto a ello.

     Después de un año, comenzó a ser un productor y compositor reconocido en la industria. Sus letras habían conquistado el corazón de muchas personas y muchos artistas le buscaban para que escribiera sus canciones.

     Había estado bien, hasta que una noche, cuando se encontraba en el estudio de su departamento intentando componer algo nuevo, el teléfono sonó. Al descolgarlo, oyó la voz afligida de su madre, entonces, como si pudiera ser capaz de palparlo de haberlo intentado, sintió como algo pesado se instalaba en su pecho:

— Se ha ido —dijo ella, y eso fue todo para que YoonGi lo comprendiera. De pronto sintió sus piernas debilitarse y fue necesario apoyarse contra la pared para no caer—. ¿Vendrás, no es así? —siguió su madre luego de haber sorbido un poco por la nariz.

— Sí. Claro que iré, mamá —respondió, y aunque su voz se escuchó un poco baja y estrangulada, su madre le entendió. Luego de eso, apenas pudo despedirse, su voz demasiado débil para articular algo.

     Intentando asimilarlo, se dejó deslizar por la pared y ocultó su rostro entre sus rodillas. Los recuerdos de su niñez llegaron veloces a su mente, fue como ver una película, pero la imagen de ella era a blanco y negro mientras él estaba lleno de color. Fue imposible detener el sonido de su llanto después de eso.

     Su abuela se había ido y él no la había visto en los últimos cinco años. Llamaba dos veces a la semana, hablaba con su madre y luego con su abuela, quien le contaba que había hecho todo ese tiempo.

     A veces le soltaba que seguramente ya era todo un hombre bien parecido y le pedía que la visitara algún día, cuando pudiera. Pero él nunca pudo. Y ahora es demasiado tarde. A pesar de las veces que le repitió lo orgullosa que estaba, él nunca fue a verla. Las dejó, las sacó de su vida y ahora no había forma de remediarlo.