Obedecer

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Noté su mano resbalar sin pureza alguna deslizándose por mi sudorosa cintura, a la vez que yo buscaba en sus tatuados brazos algo de calor del que alimentar mi cuerpo.
Sentados en el sofá, yo encima de él, comencé a frotar mi culo contra sus pantalones, realizando exagerados movimientos eróticos, y fue entonces cuando noté que algo en el empezaba ya a despertar. Y muy rápido.
Su abultado miembro suplicaba respirar bajo sus pantalones así que, mientras sus ojos se hundían en el ardiente deseo de probar mis erizados pechos, mi mano derecha procedió a desabrocharle el cinturón, liberando de ese modo a la bestia.
Agarrar con cierta fuerza su miembro erecto resultó causar en él una reacción de sorpresa.
Comencé a masajearlo.
Y mi vecino mostró una siniestra sonrisa de lujuria.
Al ver que no ponía resistencia alguna a frenar toda aquella situación que estaba teniendo lugar, continué con mi juego.
Me puse de pie.
Y entonces supe que ambos sabíamos lo que queríamos.
-Camina -le exigí mientras le obligaba a entrar en la cocina.
Le senté con fuerza en una silla y con el cinturón ate sus manos tras la espalda.
Su pene parecía mas contento que nunca.
-Vas a ser un chico bueno, ¿a que sí?
Le pegué una hostia en la mejilla.
Sonrío.
-Sí.

Un orgasmo, por favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora