Capítulo 6

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—Annie, ¿quieres un caramelo? —ofrecí con mi mejor sonrisa y mi cara de inocencia que usaba cuando Albus me acusaba de algo frente a mi madre. Ella cedía, yo quedaba libre de castigos y mi hermano furioso. Pero funcionaba, la mayoría de veces.

Después de haber pasado toda la semana persiguiéndola para que me contara lo de la noche de la semana anterior, yo estaba exhausta y la tonta no me quería decir nada. ¿Qué cosa tan terrible había pasado en la fiesta para que no me contara a mí, su mejor amiga?

—Lily, no confío en ti. A mí no me engañas, eso es de Sortilegios Weasley—se cruzó de brazos y me miró acusatoriamente.

Levanté la mirada hacia ella confundida.

— ¿Cómo lo sabes?

—Lo dice en la bolsa —levantó una ceja y sonrió, como si fuera obvio.

Es que lo era... por estas razones no había quedado en Ravenclaw.

—Es solo la bolsa. Anda, come uno. Mmmm...—emití un ruido un poco exagerado, como de disfrute, metiéndome un caramelo a la boca distinto al que le estaba ofreciendo.

—Ajá, sí, claro. No te preocupes, tengo mis propios dulces—sacó una bolsita más pequeña y menos llamativa y se comió uno, imitando el ruido que yo había hecho. Blanqueé los ojos y seguimos caminando.

Mi plan había fallado. Eran caramelos de la verdad, que le ofrecía para que me contara lo que había ocurrido el viernes pasado. Mi tío George me los había dado apenas entré a Hogwarts.

Cuando nos dirigíamos al aula de Encantamientos, sentí una débil vocecilla que hablaba y al parecer mi amiga también.

— ¿Qué es ese sonido? —Annabeth miró en todas direcciones, algo confundida, buscando la misteriosa voz.

—Mmm, ni idea. ¿Me esperas un minuto? Iré al baño.

— ¿No quieres que te acompañe?

—No, está bien, Ann. Puedo ir sola. Tú sigue yendo a la clase.

En cuanto se fue, corrí hacia el más cercano. El baño de chicas del segundo piso. Estaba clausurado hacía mucho tiempo, pero mi intención no era usarlo.

—No me hables en frente de Annabeth —pedí al colgante que yacía en mis manos. En lugar de mi reflejo estaba Lori, mirándome fijamente.

— ¿Te avergüenzas de mí? Creí que éramos amigas —parecía ofendida.

Habíamos pasado toda la semana hablando y conociéndonos mutuamente. Ella era más grande que yo, por muchos años a decir verdad, pero aún así yo la consideraba mi amiga. Me había distanciado un poco de Ann por culpa de ella, pero la pequeña Krum siempre sería mi mejor amiga.

Escuchamos un gorgoteo que nos sobresaltó. Un chapuzón y luego un llanto.

Lo había olvidado. Ese era el baño de Myrtle la Llorona, una entrometida. Probablemente escuchó todo y ahora iba a decirle a todo Hogwarts que yo hablaba sola.

—Lori, hablamos luego, ¿sí? —susurré suavemente pero lo suficientemente fuerte para que me escuchara.

Antes de que pudiera contestarme, la puerta del último baño se abrió. Por ella salió una niña con dos coletas y unos anteojos redondos. ¿Era Myrtle la Llorona?

Claro que era ella. Ahora mismo estaba llorando. Se refregó la nariz delicadamente y preguntó:

— ¿Quién eres tú? ¿Con quién hablabas?

Señorita ProblemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora