Capítulo 5

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Me morí.

Bueno, técnicamente no lo hice, si estuviera muerta no estaría contando esto, pero ¡casi me agarra un paro!

— ¿Quién eres? —exclamé arrancándome aquel espejo de mi cuello con fuerza. Me dolió, pero no le di importancia: tenía miedo. Un montón de preguntas llegaron a mi cabeza. ¿Cómo era posible? ¿Mi espejo hablaba? ¿Y tenía cara?

Aquel rostro me miraba fijamente. Sus grandes ojos miel y sus rizos castaños le daban un aspecto angelical. ¿Debería confiar en ella?

—Soy Lorein Vi. Piddlethom. Es un nombre raro, lo sé, y mi segundo nombre es aún más feo, pero puedes llamarme Lori.

Me quedé callada, helada, no sabía qué responder. Nunca había estado en una situación como esta, ni parecida.

¿Qué haría Annabeth en mi lugar? ¡Annabeth! Ella tenía razón.

Hace unos días ella me había sugerido la posibilidad de que detrás del espejo hubiera una persona, pero yo no le había hecho caso, ya que mi padre me había dicho que ya no andaba, y por lo tanto, nadie podía aparecer reflejado en él. Él nunca me había mentido y yo siempre confié en su palabra. Tal vez no sabía que esto era posible.

Decidí confiar en ella. Antes de que pueda decir palabra, ella continuó hablando.

—Perdona, pero debo admitir que estuve observándote durante toda la fiesta y opino lo mismo que tú. James fue muy cruel y... ¿Dominique? ¿Quién se cree que es? ¿La más madura de todo Hogwarts? ¡Por favor! —hizo un gesto para restarle importancia. —Escucha: sé que no me conoces ni yo te conocía a ti y sé que te preguntas esto.

»Tengo el espejo porque conocí a su dueño, Sirius Black. Llegamos a ser conocidos, hasta incluso amigos. En Hogwarts me enseñaron sobre la Segunda Guerra Mágica y por lo tanto, sobre el espejo. ¡Harry Potter era tan valiente! —exclamó con aire soñador. Tragué en seco: ¿sabría que era mi padre? —Me pareció genial su existencia, por lo tanto fui a Cabeza de Puerco, el bar en Hogsmeade, y lo tomé prestado. Bueno, algo así. Saqué un pedazo, no lo tomé entero, tranquila, y me lo llevé a casa. Lo que no me esperaba era que hubiera alguien detrás.

Sus palabras parecían ciertas. Aún así...

— ¡Me estuviste acosando todo este tiempo! —bramé.

—No lo creo, linda, "acosando" es una palabra muy fuerte, solo te estuve "espiando" —hizo unas comillas con los dedos al tiempo que hablaba—. Igual, aprendí muchas cosas de ti, usas mucho el rosa, Lily.

— ¿Cómo sabes mi nombre? Nunca te lo dije

—Tú no, pero Annabeth, tus hermanos, primos, el chico rubio, entre otros, siempre te dicen así. Hagamos una cosa, puedo ser tu consejera personal si quieres. Amigas a través del espejo.

Yo ya había tomado una decisión. Había algo en su voz que me resultaba familiar, y, sinceramente, ¿qué podía salir mal?

—Está bien, creo que puedes ayudarme. Amigas.

Lori me sonrió. En ese momento decidí no contarle a Annabeth nada de esto. Seguramente se enojaría y se pondría en su modo "mandona".

Además, no podía deshacerme del espejo por más que quisiera, mi padre me lo había regalado y era muy importante para él.

Volví a anudarme el colgante a mi cuello luego de que habláramos largo y tendido y ella se despidiera. No me quiso decir su segundo nombre por más que le insistí, pero me aclaró que era muy vergonzoso. Volví a la sala común, donde la fiesta estaba por terminar.

¿Cuánto tiempo había estado en el baño? Ya quedaban pocas personas en la sala, las cuales estaban sentadas frente al cálido fuego de la chimenea. Eran todos grandes, de quinto año por lo visto ya que sorprendentemente los más tranquilos eran James y Fred. Los demás cantaban a los gritos y se oía un instrumento de fondo, pero ninguno parecía tenerlo en sus manos.

Me acerqué un poco más y efectivamente mi hermano estaba tocando una horrible y desafinada melodía. Sus ojos cerrados y su extraña mueca mostraban que tocaba con pasión pero...

Con MI ukelele muggle, regalo de mi abuelo Arthur de cuando cumplí once.

Ni siquiera estaba tocando un acorde en específico, y desafinaba como nunca. Cuando por fin abrió los ojos y me vio, me guiñó uno de ellos y me incitó a que cantara con él y sus amigos, mientras Fred usaba sus piernas como un tambor.

Decidí hacer uso del único hechizo que de verdad me sirvió de todos los que había aprendido.

Con cuidado de decir "Leviósa" y no "Leviosá" exclamé el conjuro levitatorio dirigiéndolo a mi preciado instrumento. James me miró aturdido, como si no captara lo que estaba pasando. Parecía que se había tomado una botella de hidromiel entera él solito. Estaba mal, al igual que Fred.

Corrí y agarré el ukelele. Antes de volver a mi cuarto, espeté:

—Cantas horrible. No te dediques al canto, Jamie.

Sí, lo sé, soy súper simpática. Pero era tarde y estaba conmocionada todavía por el suceso del espejo parlante. O sea, nadie habla con un espejo todos los días, generalmente se mandan lechuzas y eso. Tenía que desquitarme con alguien-

Ahora sí, corrí ágilmente con cuidado de que no se me cayera el pequeño instrumento de color... sí. Adivinaron. Rosa.

Al llegar a mi habitación me encontré a Ann tirada en su cama, aún vestida con lo que llevó en la fiesta, roncando con la boca abierta. Profundamente dormida.

¿Dónde había estado todo este tiempo? Al día siguiente le preguntaría.

Definitivamente no contaba con que, así como yo le ocultaba cosas (o planeaba hacerlo) como el espejo y Lori, ella también podía tener secretos que no contarme

Ella no contaba con que yo era muy terca.


Hola hola, estamos desaparecidas, lo sabemos. Perdón por no subir, y por lo corto del capítulo, pero es muy revelador, y el próximo también lo será.

Vamos a tratar de subir los martes y sábados, pero estuvimos con pruebas, súper complicadas para escribir.

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Señorita ProblemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora