Capítulo 9

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Las tres mujeres incluyendo a Légore, estaban entre el octavo y noveno mes de gestación. Las tres estaban a punto de enloquecer y las tres tenían evidencias fotográficas de la frescura de su vientre antes del hurto. La diferencia en ellas radicaba en que Légore fue la primera, y el nivel de credibilidad fue nulo. En el segundo caso, el medidor de credibilidad comenzó a flamear y el cerebro de la oficial Eminda a inquietarse. Para el tercer caso denunciado, el medidor de credibilidad de la policía y el cerebro de la oficial estaban sincronizados. No sabían que creer.

Al tercer día de haber ocurrido la primera desaparición desde el vientre de Légore, los rumores eran una ventisca sin necesidad de alas para alborotar, cuando contaban con la magia de los medios de comunicación. La oficial Eminda tenía la presión del superintendente, el alcalde, los políticos y la comunidad alborozada.

—Al menos copié la dirección por si la llegaba a necesitar —le dijo a su compañero Frank. Era mediodía. No creyó prudente avisar cuando fue déspota en su servicio.

Al descender del vehículo condujo la mirada a los alrededores antes de dirigirse a la puerta, y llamar. Frank la acompañó.

Analé los recibió sin muestras de cordialidad.

—Les debo una disculpa. Dos casos similares se han presentado en estos tres días —justificó su error.

—¿Fue esa la razón para que creyera, oficial? —expresó.

—Si no le molesta seré yo quien haga las preguntas. ¿Podemos pasar?

—Adelante... Pero no creo que mi hermana esté satisfecha con su presencia. Veré si tiene disposición para atenderlos. Gracias a usted parece un cuerpo con la vida prestada y la moralidad hecha un cadáver.

—Bueno... diré que es parte del trabajo.

La oficial Eminda y su acompañante se dirigieron a la sala principal.

Luego de unos minutos Légore llegó acompañada de Analé. La había descrito a la perfección. Aparentaba ser un cuerpo sin emociones. Había consumido sedantes y parecía que arrastraba la voluntad al caminar. Su rostro estaba nublado y el desasosiego relumbraba de los pies a la cabeza. No había motivos para celebrar la vida.

—Gracias por atendernos —expresó la oficial.

—Fue mi hermana quien insistió —respondió con la voz débil.

—Imagino que está enterada de los otros dos sucesos. La investigación va en marcha y el suyo es considerado el primer caso. Haré las preguntas con base a su historia... La conversación será grabada para facilitar la investigación.

—¿Alguna pregunta antes de iniciar?

—No. Ninguna.

—¿Por qué fue al museo? —inició el interrogatorio.

Suspiró antes de disponerse a recordar.

—No tenía planeado ir al museo de arte. Fue el sitio de encuentro... Mi compañero jamás me dijo que lo visitaríamos. Recibí un mensaje de texto cuando estaba a la entrada del lugar. Dijo que demoraría una media hora por el invierno. Ese fue el motivo por el que decidí ingresar.

—¿Y qué nombre tiene su amigo?

—Leonzo... Leonzo Estepia.

—¿Qué tanto lo conoce?

—Es... el padre del hijo que esperaba. Nos conocimos hace un año. Fue una relación con llamadas y salidas esporádicas. La vez anterior se ausentó por cerca de tres semanas; estuvo de viaje debido a su trabajo. Ya me lo había dicho... estaría ocupado con un proyecto fotográfico haciendo un recorrido por el Estado de Oregón... Me llamó el mismo día de la cita en horas de la mañana. Dijo que me tenía una sorpresa. Pasaríamos la tarde juntos, y luego... regresaríamos a casa. Mi casa.

Entre vientres de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora