La noche se había vuelto aún más calurosa y correr a la casa fue como nadar a toda velocidad en sopa hirviendo.
En la esquina del bloque donde vive Clary, se vieron atrapadas por un semáforo en rojo.
Clary se removió nerviosamente arriba y abajo sobre las puntas de los pies, mientras el tráfico pasaba zumbando en una masa borrosa de faros, Emma por otro lado se mantenía calmada y tranquila, sin ninguna gota de sudor en su cuerpo, como si estuviera acostumbrada a correr mucho tiempo.
Clary intentó volver a llamar a su casa, pero Jace no les había mentido: su teléfono no era un teléfono.
Al menos no se parecía a ningún teléfono que las chicas hubiesen visto antes.
Los botones del sensor no tenían números, sólo más de aquellos símbolos extravagantes, y no había pantalla.
Mientras trotaba calle arriba en dirección a la casa, vieron que las ventanas del segundo piso estaban iluminadas, la acostumbrada señal de que la madre de Clary estaba en casa.
«Estupendo —se dijo Clary—. Todo está bien.»
Pero las dos sintieron un nudo en el estómago en cuanto pisaron la entrada.
La luz del techo se había fundido, y el vestíbulo estaba a oscuras. Las sombras parecían llenas de movimientos clandestinos. Con un estremecimiento, empezaron a subir la escalera.
—¿Y a dónde crees que vas? —dijo una voz.
Clary y Emma se volvieron.
—¿Qué...?
Se interrumpió Emma. Sus ojos se estaban ajustando a la penumbra, y podía distinguir la forma de un sillón enorme, colocado frente a la puerta cerrada de madame Dorothea. La anciana estaba encajada en el interior como un cojín demasiado relleno.
En la penumbra, Clary solo distinguió la forma redonda del rostro empolvado, el abanico de encaje blanco en la mano y la abertura de la boca cuando habló.
—Tu madre —dijo Dorothea—, ha estado haciendo un buen barullo ahí arriba. ¿Qué está haciendo? ¿Moviendo muebles?
—No creo...
—Y la luz de la escalera se ha fundido, ¿te has dado cuenta? —Dorothea golpeteó el brazo del asiento con el abanico—. ¿No puede hacer tu madre que su novio la cambie?
—Luke no es... — intento decir Emma.
—La claraboya también necesita que la laven. Está asquerosa. No me sorprende que esto esté casi tan oscuro como la boca del lobo.
—Luke NO es el casero— dijo Emma con voz fuerte y clara.
Aquello era típico de su anciana vecina. Una vez que consiguiera que Luke pasara por allí y cambiara la bombilla, le pediría que hiciera un centenar de otras cosas: ir a recogerle la compra, limpiar la ducha. En una ocasión le había hecho hacer pedazos un viejo sofá con una hacha para poderlo sacar del apartamento sin tener que desmontar la puerta de sus goznes.
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Friki
FanfictionEmma se ve envuelta en un mundo de cazadores y demonios junto a su nemesis Clary Fray y su amigo Simón Lewis. Habrá misterios que resolver sobre su familia y un futuro por el que pelear, así como detener a los parientes psicópatas de Clary junto con...