La senda

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Llegaron a La Senda a la hora de comer.  Aquello se parecía más a un lugar del que venía. Era una urbanización de chalés situada en una loma, en el corazón de la sierra, rodeada de un espeso bosque de pinos, encinos y, principalmente álamos.

En el valle, a la orilla del río, se levantaba un pequeño pueblo serrano con mucho encanto. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando vio el cartel situado a la entrada del pueblo: << Bienvenidos a Peñaranda>>.

Atravesaron las calles hasta desembocar en una carretera qué serpenteaba subiendo la loma. Al final de la misma se divisaba la casa de sus tíos. Tras una gigantesca puerta de metal apareció un gran jardín  y un precioso chalé con vistas espectaculares, pues desde allí se divisaba todo el valle, con el pueblo y el lago y, al fondo, las montañas. Guille se acercó corriendo hasta el coche.

-Hola, ¡Cuánto tardaron! Tenía  muchas ganas de que vinieran – abrazo a su madre  y luego se acercó a Jaqueline  e hizo que se agachara para besarla –Me encanta que vayas a vivir con nosotros, prima. Esta tarde podemos jugar videojuegos. Mi nana no me ha dejado jugar en toda la mañana…

Le besó la mejilla, aunque más por devolverle el beso que por pura convicción. No tenía costumbre de besar a nadie. Le gustaba que las personas mantuvieran cierta distancia para comunicarse con ella y no le agradaba en lo absoluto que la tocaran al hablar, a excepción de Phoebe, claro, que la tomaba de la mano en la calle, le acariciaba el cabello cuando estaba triste y la pellizcaba fuerte cuando veía a alguno de los miles de chicos que le gustaban o quería llamar su atención sobre algo.

Al entrar en la casa, se detuvo un momento a respirar. Sabía que todos los hogares tenían su propio aroma, aunque solo se perciba en las casa ajenas. Por eso era importante que lo hiciera ahora, pues más adelante sus glándulas olfativas sería incapaz de captar nada. ¿A que olía? Difícil de saberlo. Lo primero que noto fue la madera del suelo, quizá porque la habían encerrado recientemente. Los sofás debían ser bastante nuevos, porque el cuero aun desprendía un ligero olor que se mezclaba con el de las flores silvestres, repartidas en varios jarrones. Y, desde el fondo llegaba tímidamente el aroma de la cocina, donde algo comenzaba a elaborarse. Sobre la mesa, unas toallas dobladas que esperaban a que alguien las guardase desprendían una agradable fragancia.

Lo que le sorprendió es que, siendo un olor completamente nuevo, no le resultaba del todo ajeno. No es que lo conociera de antes, si no que tenía algo familiar, cercano. Había eredado el olfato de su madre, aunque ella decía más que era una desgracia que un don, pues abundaban mucho más los malos olores que los buenos. Sin embargo, Jaqueline sacaba mucha información de su nariz y le gusto como olía aquella casa.

Subió a su habitación. Era amplia y tenía una gran ventana que daba al jardín. Un armario enorme ocupaba una de las paredes. Lo habían vaciado, aunque en la parte inferior quedaban algunas mantas y colchas. En los cajones tampoco había nada. Ahora eran sus cajones y su armario. En las estanterías quedaban algunos libros, algo que agradeció. La idea de tener que llenar toda aquella habitación la superaba. Atreves de una puerta se llegaba a un baño que era para su uso exclusivo. Le encantó la idea de no tener que compartirlo con su nueva familia de extraños.

Una disculpa por no haber subido capitulos en tanto tiempo, pero había prestado mi libro y lo habían perdido :( ahora esta de nuevo conmigo y seguire subiendo capitulos. Esta buenisimo el libro, es uno de mis favoritos, y esta lleno de misterio aunque al principio sea un poco lento.

Gracias por leer. 

Nunca digas nunca - Amy Lab. EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora