Prólogo.

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"La vida de una princesa está llena de aventuras" – susurraba la madre de la pequeña rubia cada noche antes de abrigarla desde que ella tenía memoria. Una sonrisa en su rostro y el brillo de emoción en sus ojos le hacía creer hasta lo más descabellado que se le pasara por la cabeza.

Su madre era la mujer más dulce y tierna de todas. Para la pequeña de ojos azules su madre era simplemente fantástica. Todas las noches desde que era una bebé antes de dormir, su madre se sentaba junto a ella y le contaba cientos de historias, decía que ella había sido una princesa y que su padrastro Joe había sido su príncipe azul que apareció con armadura a rescatarla en su caballo blanco. Convirtiéndola ahora en una reina y a ella en la siguiente princesa de la familia. La pequeña reía arrugando su nariz mientras que su madre frotaba la suya contra la de ella, luego le ponía una corona cada noche sobre la cabeza y la hacía viajar a mundos increíbles cada noche de su infancia.

Creció siendo una niña feliz con mucha imaginación, y ahora solo le faltaba poco para pasar a secundaria. Estaba enamorada o eso creía que significaba el constante palpitar acelerado de su corazón cada vez que lo veía. Su nombre era Edward Stew – Ella no podía evitar sonreír al pensar su nombre – puso la combinación de su casillero abriéndolo para sacar los libros de su siguiente clase.

Entonces pasó... como un destello de luz, o un sueño. Lo vio, Edward era el chico más hermoso que jamás hubiera visto. Pensó soltando un suspiro soñador, mientras el caminaba por el pasillo riendo junto a sus amigos. Sin preocupaciones de nada, ya que él era el chico más popular de la escuela y estaba en último año. Le llevaba varios años, pero aun así eso no evitaba que ella suspirara cada vez que pasaba, al igual a como lo hacían las otras chicas de la escuela.

Era la envidia de los chicos, y el amor platónico de las chicas.

Apretó los libros contra su pecho con un gesto soñador. Soñó con el día en el que él se diera cuenta de su existencia y le jurara amor eterno, luego él le daría su primer beso.

Fantaseo despierta con su propia historia de amor, donde ella sería la princesa y Edward su príncipe.

Entonces, él miró hacia su dirección y ella se quedó sin aliento. ¿Acaso él la estaba mirando a ella? ¿Será que al fin sus fantasías se harían realidad?

Lo vio decir algo a sus amigos y todos voltearon en su dirección. Un escalofrío recorrió su columna vertebral. Por alguna razón ella tenía un mal presentimiento de esto cuando todos comenzaron a caminar hacia a ella. Con cada paso que daban su corazón resonaba en sus oídos, y en un abrir y cerrar de ojos todos estuvieron frente a ella, mirándola con curiosidad como si fuera un animal de zoológico.

Trago en gordo, observándolos a todos con los ojos bien abiertos y apretando sus libros contra su pecho con fuerza.

Edward miro su casillero e hizo una mueca de desagrado, arrancando la foto que había en su casillero. Ella sintió sus mejillas arder y cerró los ojos en vergüenza. Era una foto de él en su uniforme de Futbol que ella había sacado del anuario escolar. Levanto su mirada temerosa y se encontró con sus ojos fríos. La recorrió con la mirada de pies a cabeza con desagrado.

– Otra tonta que sueña contigo Ed – le dijo uno de sus amigos, soltando la carcajada al aire y haciendo reír a los demás chicos. Edward la miro y luego a sus amigos, poniendo una sonrisa burlona en su rostro.

– ¡Por favor! enserió crees que me fijaría en ti? - preguntó con ironía, ella trago en gordo varias veces, sintiendo sus ojos arder.

– ¿Cuántos años tienes? ¿12? ¿13? y déjame adivinar, estas en primero. Se rio fuertemente y pude sentir la mirada de todo el pasillo sobre ella.

– Deja de soñar chiquilla, esto no es un cuento de hadas, yo no soy tu principito azul y tú por supuesto no tienes lo que se requiere. – sus amigos empezaron a reír y ella sintió como una mano jalaba su cabello, bajando la mirada avergonzada.

– Eres demasiado delgada, demasiado alta y desgarbada, y por supuesto no tienes lo que me gusta – Puso sus manos al frente refiriéndose a sus pechos. Edward tomó la foto de nuevo y la rompió en pedazos frente de sus ojos.

– Esto no es cuento de hadas tontita. Esta es la vida real y si quieres a un chico como yo – Sonrió con arrogancia – No tienes lo necesario. – Su mirada era cruel al igual que su sonrisa. Cada chico a la redonda se reía fuertemente de su humillación y pudo sentir una lagrima que se escapó de sus ojos rodando por su mejilla.

Levanto la mirada y lo vio a él, al chico nuevo – West Ryader. Que a lo lejos observaba como todo el mundo se burlaba de ella y no hacía nada para impedirlo.

El, de todos los chicos, el único que siempre evitaba esta clase de cosas. El chico que defendía a todos – "El gran West Ryader" – y no había venido en su ayuda.

Edward sin estar satisfecho decidió tumbar cada uno de sus libros, tiro cada cosa en su casillero al suelo y le escupió. Se dio vuela y chocó sus manos con sus amigos como si de un gran logro se tratara. Después de esto le dieron la espalda para irse por donde vinieron sin dejar de reírse de ella.

La dejaron allí a la expectativa de todas las miradas. Algunas de burla, otras de lástima y otras de desagrado. Cerré sus ojos con fuerza, sintiendo el dolor y la rabia de la humillación, odiando a mi madre por hacerme creer en fantasías.

Lloro de rabia. Ella no era una estúpida princesa, nadie vendría a rescatarla o defenderla.

¡Lo haría ella sola! – pensó con el orgullo lastimado, limpiando con brusquedad sus lágrimas.

Azoto su casillero con un nudo en la garganta y sintiendo unas horribles nauseas. Acababa de ser humillada, pisoteada y burlada. Solo por creer y soñar con su propia historia de amor. ¡Pero no! Ella no sería una estúpida princesa que dependiera de los hombres, los haría pagar a cada uno de ellos por haberla humillado, ella no sería la estúpida princesa, más bien...

Sería, sería... la villana. 

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