Epílogo.

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Epílogo.

La campana sonó anunciando el inició de la clase y un nuevo año escolar, ella esperó pacientemente a que sus estudiantes entraran, terminando de organizar su material de enseñanza.

Ella, a sus cincuenta y dos años no tenía la necesidad de seguir trabajando, pero amaba demasiado la enseñanza y no podía dejarla, aunque su esposo le pidiera constantemente que lo dejara y la sobornara con esos pequeños regalos que siempre le hacía, no renunciaría.

Era demasiado terca y orgullosa, pero también apasionada con lo que hacía.

Miro su reloj de pulsera y esperó para cerrar la puerta, con cada estudiante ya sentado, camino hacia el centro del salón y se cruzo se brazos, observando detenidamente a cada chico y chica allí presente.

Acomodo sus lentes y llevo sus manos detrás de su espalda, a pesar de estar cerca de sus cincuenta y cinco, ella seguía siendo tan hermosa como siempre.

Vestía una blusa color crema de botones y una falda color rosa, que se ajustaba a su cintura y a su delgada figura, su cabellos estaba recogido por una trenza francesa y su delicado rostro ahora era adornado por un ceño fruncido, tomando su papel de mujer estricta cuando en realidad era más dulce que la miel.

Una vez que examinó a sus nuevos estudiantes y espero hasta que el último se calló, decidió hablar...

- Buenos días a todos y bienvenidos al salón 102, esta es la clase de literatura inglesa y yo estaré enseñándoles sobre esta materia - su acento sonó bien marcado- mi nombre es Elizabeth Lawrence, pero para ustedes soy Maestra. Antes de empezar y como hago cada año, les diré algunas cosas que necesitaba saber y deben cumplir durante el tiempo que estén conmigo - comenzó a pasearse al frente - esta es mi clase así que son mis reglas. Primero que todo, deben saber que no aceptó...

Se detuvo brutalmente cuando escuchó una risa desde atrás, sus ojos se posaron en el chico moreno de ojos azules que trataba inútilmente de contener la risa, mientras el chico rubio a su lado le susurraba cosas y reía silenciosamente.

Reconoció de inmediato las facciones del moreno, y aquellos ojos tan azules le confirmaron la identidad del chico.

Rodeo los ojos y miro severamente a los chicos.

- Señor Walker, Señor Ryader ¿podrían compartir el chiste con toda la clase? - normalmente siempre le gustaba estudiar los expedientes de sus alumnos, por eso sabía los nombres de sus estudiantes desde antes de empezar a enseñarles, pero a estos dos chicos los conocía muy bien, así que no había vacilación al decir sus apellidos.

Ambos chicos dejaron de reír y la miraron con los ojos bien abiertos, el moreno la miro avergonzado, pidiéndole disculpas con los ojos.

- Lo siento maestra, no quisimos interrumpirla - dijo el rubio, ella lo examinó en silencio y luego asintió, pero al moreno lo siguió mirando con severidad.

Esperaba más de él.

- Señor Ryader, esperaba que usted no me diera tanto problema como lo hicieron sus padres - el muchacho enrojeció -pero sigue teniendo la sangre James así que los problemas siempre estarán cerca suyo.

- Lo siento abu... Maestra - se corrigió el muchacho haciendo ese gesto inocente que siempre hacia, ese en el que los ojos le brillaban como cachorrito y hacia un ligero puchero que hacía que se le marcará el hoyuelo en su mentón. Era tan parecido a su padre, pero igual de mañoso a su madre.

Ella suspiro derrotada, siempre la convencía de esa forma y la hacía ablandarse por completo, aquellos chiquillos morenos de ojos azules un día de estos la iban a matar de dulzura.

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