Habéis llegado a las 10 de la mañana, una hora considerable. La competición empezó a las 10:30, tras los pesajes y el calentamiento, mientras preparaban las ligas. Te echas unas risas con los compañeros mientras calientas, y algún que otro combate para soltaros. Estas a gusto.
Tienes los pies helados, aunque ya estás pisando el tatami. Bueno, no solo los pies, todo el cuerpo. Llevas toda la espera con la sudadera puesta por dentro de la chaqueta y el abrigo por encima de los hombros, sin meter los brazos por las mangas, además del calor que te proporcionaba el entrenador al darte los consejos que se desvanecían en tu mente, porque tú ya estabas metido en el combate. Saludas al acercarte a la zona de combate, la adrenalina te sube desde los pies, hasta la mismísima nuca, y justo antes de que empiece, despiertas tu musculatura a base de fuertes y rápidos golpes en piernas y brazos. Llevas calentando media hora, pero no ha servido para nada. ¿Cómo que tres minutos? No hay que andarse con rodeos. El árbitro mira a ambos contrincantes. Asentís y comienza el combate.
"¡Hajime!"
Saludo rápido, nunca hay que fiarse. Decides que esta vez mandas tú. Comienzas a desplazar a ambos, utilizando las solapas para mover a tu enemigo de manera que va prácticamente agachado y desorientado. Oyes de fondo los gritos de tus compañeros, de tus familiares, y de los familiares de tus compañeros. Son música para tus oídos. Ajá, ahí está. Un ippon seoi nage, directamente al suelo. Esta completamente desprevenido. Tal vez por la derecha pudiese evitarlo, por la izquierda difícilmente. Le atraes y ya lo sabes. Lo tienes hecho.
"¡Ippon! ¡Sore made!"
Sí, por fin. 10 puntos. Pero todavía quedan 3 contrincantes.
Y todo eso en treinta segundos. Para algunos muy poco, para ti, mucho.
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La adrenalina del judo.
RandomEstás en tu propia dimensión. Tu mente completamente desconectada de lo que pasa a tu alrededor, de los gritos que hasta hace un segundo, antes de que el árbitro gritara "¡Hajime!", oías animarte desde las gradas.