Espera ¿qué?
Notas un pequeño dolor en el pie derecho. ¿Cómo? Tu entrenador se acerca y empieza a darte un pequeño masaje en el pie ¿Por qué? No puede ser.
Sí, te acabas de lesionar. Al introducirte bajo tu contrincante para atacarle ippon seoi nage, nadie sabe cómo, has torcido el pie. Parece ser que, como no practicas mucho por la izquierda, no has entrado del todo bien. Tu mente se escapa, corriendo, sin mirar atrás, con las manos en la cabeza, en dirección al vestuario. Quieres seguir a tu cabeza, pero sabes que no puedes.
Bueno ¿y qué? Anda que no te habrá pasado veces en los entrenamientos, y cosas peores. Se te ha caído gente de no sé cuántos kilos encima y ni siquiera lo has notado. Te han hecho luxaciones que te podían haber dejado sin brazo durante una buena temporada, y nada. Te podrías haber quedado inconsciente después de que tu compañero no hubiera escuchado la primera palmada de rendición cuando te estaba estrangulando. Y aquí estás, con el pie más que jodido.
Un esguince de segundo grado, que te deja sin poder terminar la liga, ahora que parecías más animado que nunca. Te sientas en una silla cercana a la mesa, y quieres llorar. No, tú nunca lloras. Un judoka nunca llora ¿verdad?
Le dices a tu entrenador que puedes seguir con algún combate, que no te duele casi el pie. Él te mira, y con una sonrisa triste en la cara, niega con la cabeza. Te enfadas. ¿Con quién? Ni idea. ¿Contigo mismo? No, claro que no, has ganado el combate con un pedazo de ippon que ha aplaudido media grada. ¿Con tu contrincante? Que va, casi ni te ha atacado, no tiene ni una pizca de culpa. ¿Con tu entrenador? ¡Qué dices, lo hace por ti! ¿No le ves que está intentado hacer todo lo posible con tu pie para que en menos de dos-tres semanas estés otra vez en un tatami? No tienes con quién enfadarte.
Te sientas al borde del tatami. El frío del suelo te sube desde tu pie malo, pasando por la columna vertebral, prácticamente hasta las pestañas, que parecen retener a la fuerza las lágrimas.
Ves como tu liga va avanzando sin ti, como te quedas atrás en las posiciones finales, como ippon tras ippon, wazari tras wazari, yuko tras yuko, y victoria tras victoria, la competición acaba, y con ella tus fuerzas.
ESTÁS LEYENDO
La adrenalina del judo.
AléatoireEstás en tu propia dimensión. Tu mente completamente desconectada de lo que pasa a tu alrededor, de los gritos que hasta hace un segundo, antes de que el árbitro gritara "¡Hajime!", oías animarte desde las gradas.