Capítulo 2

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En los quince minutos de trayectos al instituto me limito a ponerme los auriculares y mirar por la ventana. La verdad es que es un lugar precioso. La playa, el sol, el aire tropical... Podría acostumbrarme a esto.

Cuando noto que el coche no ya se mueve abro los ojos y compruebo que mi madre ha aparcado.

- ¿Quieres que entre contigo?

- Puedo ir sola.

- Como es tu primer día pensé qué...- empieza a decir, pero la interrumpo antes de que pueda acabar la frase.

- No, mamá. Voy sola.

- Vale. Tienes la comida en un taper, no sé a qué hora llegaré del trabajo.

- Vale, adiós.

Salgo del coche y cierro la puerta detrás de mí. Miro adelante y veo el instituto, con su cartel de "St. Patrick". No es la primera vez que vengo aquí; vine hace una semana para inscribirme. Es enorme, y la playa se ve desde aquí. Seguro que los días de calor, después de clase, los alumnos se van derechitos al mar. Qué suerte.

El aparcamiento está lleno de coches y motos, y hay varios tíos presumiendo de ellos. Me fijo en la gente, y la única descripción que se me ocurre es que no son gente tímida. Parejas besándose a la vista de todos, chicos encima de los coches, alguno peleando... El ambiente no es distinto al de mi antiguo instituto. Lo que sí que es distinto es el sentimiento de libertad, no sé por qué lo tengo, supongo por las vistas tan preciosas que hay en toda la ciudad. La fiesta se respira en el aire.

Todavía faltan cinco minutos para que empiecen las clases, así que voy a esperar a la puerta. Por el camino hay varios chicos tonteando con chicas, amigas abrazándose... Suena el timbre que indica el comienzo de las clases y el conserje abre la puerta. Parece que la gente no tiene mucha prisa por entrar, porque soy la primera. Recuerdo que cuando vine a inscribirme la secretaria, Rosa, me dijo que el primer día de clases entrase a su despacho a por la llave de mi taquilla, así que eso hago. Voy hasta secretaría y llamo a la puerta.

- ¡Elisabeth!- me saluda Rosa.

- Hola. Vengo a por la llave.

- Sí, claro. Pasa, pasa. Ahora la busco.

Va hasta un armario chiquitito y se pone a rebuscar en los cajones. Me fijo en ella: andará por los cincuenta años, pelo canoso, no muy alta, con gafas... Parece amable. La verdad es que me ha sorprendido de que se acordase de mi nombre.

- ¡Aquí están!- dice al cabo de un rato.

- Gracias.

- ¿Quieres que te acompañe a clase?

- No hace falta, sé dónde es.

- De acuerdo. Ten un buen día.

- Gracias. Adiós.

Abro la puerta y salgo. Ya no hay casi nadie en los pasillos. Bien, el primer día y llego tarde a clase. Subo las escaleras en busca de un cartel que ponga "2º de Bachillerato", pero o no hay cartel, o me he confundido. Mi soberbia me suele jugar malas pasadas. Giro una esquina y finalmente veo el deseado cartel. Voy hasta la puerta, y veo que está cerrada. Genial. Llamo y la abro.

- ¿No llega usted tarde?- me "saluda" la profesora.

- Soy nueva. He estado en secretaría.

Alguien me silba, y la profesora los manda callar.

- Ah, bueno. Entonces coja sitio.

Recorro con la mirada el aula. No hay muchos sitios libres.

- Siéntese ahí- dice señalando un sitio al lado de una chica rubia. Voy hasta mi sitio y noto la mirada de todos sobre mí.

Cicatrices del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora