60 Segundos

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No era necesario estar dentro del sueño para saber que estaba dormido o que había dormido. Entonces, al despertar, después de haber soñado que estaba despierto, tendría que haber despertado y saberlo, para conocer que antes dormía. Pero así como había soñado que estaba despierto, nada le garantizaba que ahora no lo hiciera, y que creyendo como en el sueño, que estaba despierto, no fuera a despertar en un rato.


12:00 A.M.

Observó el reloj antes de irse a la cama.


Entre una bruma se iba quedando dormido, atrapando su cuerpo, muerto, sin mente.


Dejando el reloj correr, su cerebro seguía andando, solo, moribundo y con una ansiedad inquietante intentando empujar sus brazos o mover sus piernas, pero nada se movía, todo había quedado paralíticamente mudo.


Dormir sin despertar, evadir la claridad, andar guardando los sueños, detener la vida ante la primera desgracia en pie. Su pecho golpeaba fuerte, junto a los latidos, y no respiraba, sintiendo que moría.

Un terror invadía su boca intentando gritar por auxilio, sus ojos se desesperaban con el miedo de ver algo. Sabía que su mente estaba despierta pero su cuerpo no, de manera que básicamente estaba atrapado.


Entonces el aire expiró.


¿De quién eran esos pasos, que atravesaban el umbral, quien esbozaba una sonrisa aguardando en la oscuridad?


Mientras su cuerpo seguía muerto y sin suerte, caminaba el reloj desesperado junto a su mente.


Aquel rubio consiguió incorporarse a la cama, o eso sentía.


- ¿Cuál es tu nombre? - Preguntaba a la silueta que bailaba en las sombras de los árboles de su ventana, silueta que se arrastraría a los alrededores de su cama.


Era él, el dueño de su caminar adormecido, dueño del insomnio y de los sueños perdidos que regresaban sin temer a los peligros de la tierra.


Él siempre lo visitaba, con pasos firmes y pesados se aproximaba lentamente al cuerpo que ahora aparentaba dormir sobre la cama con el pulso acelerado y con los ojos ahora cerrados en la oscuridad.


Un profundo olor a cigarrillo invadía la habitación, el tabaco era tan fuerte que su cuerpo quedaba impregnado de aquella presencia causando que apretara sus ojos esperando que no lo encontrara.


Un sudor congelado recorría su frente mientras sentía sus propios latidos y su respiración.

Su interior estaba vacío, así que cualquier cosa podría canalizarlo, pidiendo emociones prestadas y se las daría, sería capaz de dar su propia piel para que fuese usada como disfraz.


El ser se aproximaba cada vez más sabiendo que aquel chico estaba ahí, disfrutaba cada segundo, cada instante de su sufrir.

El pequeño no lo soportaba, comenzaba a llorar por dentro, tratando de respirar profundamente intentando tranquilizarse mientras escuchaba cómo unas garras arañaban las sábanas que lo protegían.


"Despierta Tweek, tienes que despertar, esto no es real". Se repetía una y otra vez en la cabeza.


La presencia se hundía en su cama, con un gruñido que se incrementaba poco a poco.


Fue cuestión de segundos para que los ruidos se detuvieran.


"¿Lo logré? ¿Desperté?" Trató de moverse pero fue imposible, los párpados le pesaban, pero ahora notaba calma a su alrededor.



Esos minutos de tranquilidad fueron limitados.



Una mano pesada se apoyaba en su brazo con unas afiladas garras que penetraban en su carne mientras una lengua de lija lamía su oreja.

A todo pulmón dio un grito horrorizado al ver cara a cara aquel espectro de ojos oscuros, piel pálida y desmembrada con dientes afilados.

Sólo pudo sentir desesperación y miseria a la par que veía directamente a los ojos que brillaban en la oscuridad de aquella criatura.



Finalmente despertó.

12:01 A.M.

Un minuto.


Sólo bastó un minuto para volver a experimentar escalofriantes alucinaciones y terror extremo en sueños que desde niño sufría. Las siluetas sin rostro, opresiones de manos sombrías, una distorsión de la realidad mientras estaba completamente paralizado, habían evolucionado a un solo ser que lo visitaba noche tras noche.

One Shots AU - Petweek | PikeWhere stories live. Discover now