Cataclismo

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Poco faltaba, el fin del mundo se aproximaba.


Pueblos enteros se destruían. Los pájaros caían de las montañas, heridos. Ya no estaban en armonía con su hogar, ni en la luz, ni en la oscuridad, porque el cielo quemaba, sin saber por qué.


Los lagos subterráneos mecían la sangre sin reflejar las estrellas, los peces hundiéndose en las profundidades de los océanos, sin ya poder respirar.

La tierra giraba fuera de la órbita solar, las plantas se desintegraban sobre las hojas negras mientras que la tierra temblaba en aquel lugar.


- ¡¿Dónde estabas?! -Un preadolescente histérico de trece años tomaba de los hombros casi sacudiendo a un infante de cuatro años.


- ¡Estaba con un caballo blanco con un cuerno en la frente!


La inocencia e ingenuidad que residía en el corazón del niño lo calmaba, en silencio se refugiaba de aquella simplicidad viéndolo a sus ojos verdes.


-Tweek, los caballos no tienen cuernos.

- ¡Sí! Este tiene uno. -Lleno de ilusión se expresaba.


-A lo mejor viste una vaca.


-Que no, Pete, era un caballo. Ven conmigo a verlo. ¿Dónde están los demás?


-El orfanato ha sido destruido y todos huyeron menos yo.


- ¿No te fuiste por mí?


-Eso no importa, después de todo hubiera tenido el mismo destino.


- ¡Ven, Pete! - Le sonreía y le indicaba con un dedo que lo siguiera. - El caballo con cuerno se quedó dormido a la sombra de un árbol muy grande. Acompáñame y lo verás con tus propios ojos. - Al conocer el carácter del más grande sabiendo que no iría, decidió tomarlo de la mano guiándolo hacia el camino.


Quizás lo que había visto era un unicornio, hacía tiempo que no se le veía sin embargo siempre volvían cuando olían la inocencia. Aun así ¿Cómo un ser mágico se aparecería en medio de un desastre?


-Pete, tengo miedo. - La manita comenzaba a apretar la contraria mientras observaba como literalmente el cielo iba cayéndose poco a poco; un pánico lo acompañaba, causando que su pequeño cuerpo tambaleara por el estruendo de la neurosis junto con su corazón agitado de imágenes de terror.


- El ser que viste se llama unicornio. - Le cambió rápidamente el tema y trató de animar a su compañero acariciando los nudillos de su mano para después suspirar derrotado ya que sabía que tendría que ir con él.


A fin de cuentas, eran dos huérfanos que estaban en la consumación del mundo y en su lecho de muerte todo lo que deseaba ver era la inocencia del niño.


- ¡Eso es! Un unicuerno.

-Dije unicornio, no unicuerno.


Así fue como empezaron a caminar, adentrándose en los pocos árboles que quedaban. Aunque no quisieran admitirlo, sus corazones afligidos estaban. ¿A dónde podrían ir? Si el fin de la era no los dejaría resistir.


El globo terráqueo caliente palpaba, desde el centro volaría, hoyos a la capa de ozono formaría, más una chispa y en llamas ardería.

Recuerdos de cómo era antes, cuando el cielo brillaba y el mundo entero esperaba las estrellas fugaces, reforzando la esperanza con su pasar.


Los pájaros cantando al amanecer, desbordando de emoción por la salida del sol y los peces nadando entre arrecifes de corales.


Ya no le quedaba tiempo a la humanidad en el mundo, de sorpresa había llegado el final y no estaban preparados. Acceder en ir a ver el supuesto unicornio no era mala idea, después de todo el ciclo de la vida ya terminaba, teniendo la muerte por encima.


Ese día todo se caía y el mundo sólo esperaba en silencio, dejando la última muestra de inocencia.

One Shots AU - Petweek | PikeWhere stories live. Discover now