La alarma sonó estridente a las ocho de la mañana. Me pasé las manos por la cara, inspirando para aliviar el dolor de cabeza. No había dormido mucho desde que Gabriel vino a las tres de la mañana después de mi mal sueño.El resto de la noche una desagradable inquietud se asentó en mi cuerpo, alentando a mi sexto sentido. Me di una ducha rápida para ponerme el uniforme y salir. No me crucé con Gabriel en ningún momento pero al salir un gran remolque pasó frente a mi por la carretera. Era inusual ver un vehículo de carga así por aquí.
Hice la ruta de siempre hacia la peluquería. Hoy tenía que abrir Johanne, si no me equivocaba, por lo que le di vueltas a las llaves de casa, esperando.
Media hora después y sin rastro de nadie todavía me senté al borde de la acera. Justo entonces, al mirar a la izquierda vi llegar a Johanne con la vista fija en su teléfono, tecleando a toda velocidad.
Alzó la vista y arrugó las cejas.— ¿Qué haces aquí?
Fue mi turno de fruncir el ceño.— ¿Venir a trabajar?
— ¿No has recibido el mensaje de Valery? El jefe ha tenido un accidente de coche muy grave en las afueras y no saben si saldrá de esta.— Se cruzó de brazos, mirándome susceptible.— Aunque tú te alegrarás, al resto nos viene muy mal que cambien de gerente.
Casi se me desencajó la mandíbula por la incredulidad. La pesadilla acudió en un flash de imágenes desorientantes. Pestañeé confusa, al tiempo que mi compañera de despedía pasando de largo.
Tuve que volver a casa, era extraño tener un "día libre" después de tanto tiempo. Me senté en el sofá para mirar por la ventana. No me gustaba la televisión, prefería mirar un pequeño pedazo de paisaje. Me relajé tanto que debí de quedarme dormida, porque unos toques en la entrada me quitaron de mi siesta ligera.
Quité el cerrojo encontrándome con Gabriel de nuevo. Llevaba una chaqueta gris informal y unos vaqueros.
— ¿Puedo pasar?
Me puse en guardia y apreté los dedos alrededor de la esquina de la puerta.
— ¿Para qué?
— Solo hablar de lo de ayer.— Me tensé, y de inmediato especificó.— Cuando tuve que apartarte para que no se te partiese el cráneo.
— ¿No podemos hablarlo aquí fuera?
Suspiró cansado.— Querrás sentarte. No haré nada, solo hablar.
— Está bien, pasa.— Me hice a un lado y él se deslizó para entrar. Le indiqué el sofá donde me senté lo más alejada posible. Se quitó la chaqueta dejándola en una silla cercana.
— La losa no se soltó, alguien la tiró desde arriba.
Nadie habló. Gabriel me miraba esperando una reacción pero no me moví.
— ¿Niara?— Dijo mi nombre con suavidad, pretendiendo no alterarme.
— Mi jefe tuvo un accidente de coche, hoy, no saben si sobrevivirá.— Solté de golpe. Luego tragué saliva.— ¿Han intentado matarme?
Exhaló, recostándose en el sofá.— No puedo decirlo con seguridad, pero lo que pasó no fue un accidente. Respecto a tu jefe, será una coincidencia, no te preocupes.
Me mordí el labio, muy incómoda con la situación y la conversación.— ¿Porqué de pronto eres amable conmigo?
Su rostro se descompuso y su calma desapareció.— ¿Qué?
— Antes nunca me dirigías la palabra y si lo hacías no eras nada caballeroso, y ahora te molestas en hacer algo por mi. ¿Porqué? ¿Qué quieres?
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Discrimination
ActionEl racismo es uno de los tantos problemas en la sociedad. Niara lo vive en sus propias carnes cada día, sin descanso. En el trabajo, en la calle, en el supermercado, incluso en su propia casa. Sin embargo un día se percató de algo. Todas las persona...