1. Un pequeño gran susto

36 3 0
                                    




Escuchaba pasos. Miraba a todos lados buscando pero no veía nada, todo era negro, como si un velo cubriera todo el lugar.

De repente ya no se escuchaba nada, todo era silencio y oscuridad.

NO NO, LLÉVATELA. – Se sobresaltó y volteó rápidamente, detrás de ella se encontraba una mujer de largos cabellos dorados que caían en bucles por su espalda y hombros. Lucía  un vestido azul oscuro con un corte en la falda que dejaba una de sus piernas al descubierto y joyas adornaban sus brazos y cuello, era simplemente hermosa.
Pero estaba llorando, sollozaba sin parar y miraba por la puerta entreabierta.

Cerró la puerta de golpe y tomó una larga espada de doble filo que descansaba en una esquina de la habitación y la miró detenidamente apretando sus labios para reprimir un sollozo. La miró como se mira a un viejo amigo, o a alguien que has esperado por mucho tiempo.

Nunca antes había visto a esa mujer, quería moverse, despertar, pero no podía. La mujer dejó la espada en una pequeña mesita. Se encontraban en una alcoba de gran dimensión, con muebles oscuros, una cama en el centro con postes en cada esquina y sábanas de seda azules y doradas. Todo esto había pasado desapercibido para Adara, las imágenes se dibujaban de a poco ante sus ojos.

Sobre la comoda descansaba una corona de oro blanco ornamentada con piedras preciosas, reconoció algunas como los rubíes, berilos azules y diamantes. ¿Cómo no lo dedujo antes? El cabello dorado, las joyas, la corona, la alcoba, era una reina.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando empezaron a aporrear la puerta de manera violenta haciendo vibrar las bisagras.  En cualquier momento la madera cedería y a pesar de ello la Reina no parecía asustada ¿Cómo podía pasar de histérica a estar tan tranquila en unos minutos?

La madera crujió y la puerta cayó al suelo deslizándose unos metros con un molesto chirrido a lo que la Reina reaccionó volviendo a tomar la espada entre sus delicadas manos. Unos pies descalzos entraron a la estancia, levantó la vista para ver al intruso...

Abrió sus ojos de golpe, volviendo a cerrarlos a causa de los rayos de sol que daban en  su rostro. Se mantuvo así unos segundos reflexionando en el sueño que acababa de tener. Siempre había tenido sueños extraños, pero no como este, no con alguien de la realeza, y peor aún, una Reina.
En Kourtvennia el peso del poder caía sobre la mujer, podían ser gobernados sin un Rey, pero no sin una Reina.

– Demonios. – Suspiró apartando las mantas de golpe y se levantó, no iba a romperse la cabeza por un simple sueño, lo atribuyó a las exhaustivas clases de Historia de la Monarquía de Kourtvennia a las que la sometía Leonard y decidió ignorarlo por completo.
Pasó sus manos por su rostro caliente debido al sol y se estiró doblando su espalda exageradamente con los brazos hacia atrás haciendo sonar sus huesos.

Dormía en una habitación apartada del resto de la cabaña, unida a esta por un pequeño puente de tablillas. Su alcoba consistía en una pequeña cabaña de madera suspendida en el aire debido a que estaba apoyada estratégicamente en los troncos de cuatro árboles. Dos de sus cuatro paredes eran grandes ventanas que dejaban pasar toda la luz. Una cama pequeña tallada en madera, lo suficientemente cómoda para descansar, una pequeña comoda y un armario en la esquina, todo era pequeño, no es como si necesitase mucho. Los pequeños ornamentos que tenía los había conseguido en alguno de sus viajes a la ciudad, sobre todo en los festivales donde se instalaban ferias y carros de ventas y era más fácil pasar desapercibido.
No tanto para ella, Leonard, su maestro, le obligaba a usar un Burka para cubrir totalmente sus facciones y su abundante cabello negro que caía hasta su parte trasera, nunca lo había cortado. Para ella parecía una estupidez, sus ojos eran la única cosa que quedaba al descubierto y eran exactamente lo más llamativo en Adara. Eran casi azules y estaban teñidos de un tono grisáceo pero al mismo tiempo brillante, era difícil describirlos.  "El hielo azulado en un día nublado".

Adaralessa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora