Capítulo 2 "¿Qué otra opción?"

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Me encontraba en una sala desconocida del instituto junto al despacho de la directora. Las muñecas empezaban a escocerme a causa de las esposas que un policía me había colocado minutos antes. Me hacían sentir como una delincuente.

Eres una delincuente. Casi quemas el instituto.

Dos testigos vieron cómo lanzaba el cigarrillo por la ventana, así que no tenía escapatoria. El fuego se extendió por el resto del árbol y alguna que otra clase salió mal parada pero no hubo nadie herido. Aún así seguro que me caería la bronca del siglo y lo mejor que me podría pasar en esos instantes era que me expulsaran unos días.

La puerta se abrió de repente revelando a la directora que parecía una tetera a punto de hervir, a mis padres, cada cual más furioso, y a el policía que me había "arrestado". Se colocaron en frente mía, acusándome con la mirada. Un momento de silencio se instaló en la habitación pero la directora lo rompió con esa voz chillona que me ponía de los nervios.

–¿Acaso sabe los daños que ha causado a este centro, señorita Striker? El instituto no tiene muchos fondos y menos para arreglar la fachada del edificio y reponer el césped. ¿Se dignará por lo menos a pedir perdón?

Mi orgullo me impedía decirlo pero decidí dejarlo a un lado por esta vez. Estaba a punto de soltar la disculpa más falsa y preparada que diría en toda mi vida, cuando el policía me interrumpió.

–Me temo que eso no es suficiente. Debido a que no tenemos pruebas de que el incendio haya sido accidental, su hija debería ir a un reformatorio.

¿Un reformatorio?

No podía ir a un reformatorio, acabarían conmigo en dos días. No era la más estudiosa, ni la más responsable, ni la más trabajadora pero no me merecía ir a un sitio de esos. Mi madre había sustituido el enfado por tristeza y ahora lloraba a moco tendido. Mi padre no podía estar más enfadado, nunca le había visto así.

–Sin embargo, como es su primer antecedente, hay otra opción.

–¿Qué otra opción? –preguntó mi padre seriamente.

El policía miró a la directora y ésta asintió una vez, como si estuviera dándole permiso. Revisó unos papeles en el escritorio de la sala y le entregó una especie de folleto a mis padres. Mi madre lo cogió, ya había parado de sollozar.

–¿Mansión Lilith para señoritas?–preguntó tras haber visto la portada.

–Es una mansión para reformar la mala conducta de las adolescentes de 15 a 18 años. Es mucho menos duro que un reformatorio pero igual de efectivo–mi madre asintió y abrió el tríptico– Pero hay un problema.

–¿Qué problema?– preguntó mi padre.

–Ese internado está en Brasil.

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que el capítulo es corto pero casi no tengo tiempo para escribir. ¿Qué os ha parecido? No dudéis en votar y comentar para dar vuestra opinión.

Un beso.

XX

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