El mundo parecía un poco más fácil en aquellos días, solo tenía 15 y mi mayor preocupación en esa época era hacer amigos. Solo era una adolescente en una ciudad nueva, tratando de adaptarse y encontrar su propio camino en un sendero lejos del lugar que siempre llamé hogar.
Las primeras amistades llegaron con una plática aquí y otra allá, pero la persona que realmente le dio un giro de 180º a mi vida estuvo ahí aun antes de que yo tan siquiera pudiera notarlo. Llegaba temprano en las mañanas y se instalaba en el mismo pupitre justo enfrente del profesor. El sol aun estaba bajo a esas horas así que su figura se dibujaba a contra luz.
Parecía la persona más seria y callada del planeta, miraba por la ventana unos instantes y luego, volvía a acariciar con su mirada color miel el papel, donde trazaba líneas plasmando lo que venía a su imaginación. Un artista nato, de esos introvertidos con piel blanca y mejillas sonrosadas, justo del tipo que suelen observar más de lo que hablan. Su cabello estaba pulcramente peinado, ni un solo mechón fuera de su lugar y sus dedos delgados como los de un pianista sostenían el lapicero con gracia.
No sé exactamente porque, pero no pude evitar sentarme justo enfrente de él y preguntarle que hacía. Ni siquiera separó sus ojos del papel más de dos segundos para verme. Su voz cálida contestó solo con un-dibujando-y eso bastó. Aquellas fueron las primeras palabras que nos dirigimos, las primeras que entablé con mi mejor amigo.
No fue difícil volvernos cercanos, pues aunque yo era un terremoto de actitudes extrovertidas que se rodeaba de personas excéntricas, con nadie me sentía más cómoda que con él, un muchacho tímido, callado, prudente y amable. Para el mundo era evidente que nos complementábamos a la perfección, pero para mi era lo más irracional del universo. Siempre teníamos de que hablar, siempre nos recargábamos uno en la espalda del otro y era común que cuando alguno estaba en un sitio el asiento de al lado estuviera separado para el que hacía falta de los dos.
No pasó mucho tiempo antes de que las habladurías empezaran, las burlas y las bromas. Algunos de mis amigos empezaron a decir que él estaba interesado románticamente en mi, pero yo siempre respondía que eso era imposible, después de todo mi regla más importante y número 1 era: nunca enamorarme de mi mejor amigo. Él se había enterado de esta regla por mis propios labios desde poco antes de volvernos inseparables, y jamás lo objetó, así que no entendía qué era lo que les hacía pensar a los demás algo así
Y es que cuando me detenía a pensarlo no había nada que me hiciera sentir más extraña. No me imaginaba tomando su mano o resguardada entre sus abrazos. Además, a mi nunca me gustaron los ojos miel o la piel blanca, mucho menos el cabello lacio y super pulcro, el era todo lo que no esperaba a mi lado.
Aun con mis constantes negativas a las sospechas y burlas de mis amigos, los rumores no cesaron, al contrario, se volvieron mucho más intensos. Profesores con los que solía llevarme bien preguntaban discretamente si yo era consiente de lo que que él sentía por mi y yo solo me reía un poco para después decir algo como-para nada, él es solo mi amigo-me miraban unos instantes incrédulos y luego cambiaban el tema.
No creo que exista ceguera más grande que la negación y tal vez por eso nunca vi con ojos diferentes todos aquellos detalles que saltaban ante los radares de todos. Los pequeños regalos de precio ínfimo, pero que implicaban gran trabajo y dedicación, como la figurita de plastilina de uno de mis personajes favoritos o la vela de gel perfumada con el aroma que siempre me ha encantado, ambos hechos con sus propias manos.
El detalle de taparme los ojos apenas llegaba por las mañanas para que adivinara que era él, no significaba nada más allá de un juego inocente para mi, aun cuando él era la única persona que se tomaba esas confianzas conmigo y yo era la única con la que él se mostraba así de expresivo. Al día de hoy aun tengo libretas con dibujos de uno de mis artistas favoritos: él...
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Ojos Miel (TERMINADA)
RomanceElla solo tenía 15 años, a esa edad le costaba pensar en enfrentarse a dos de las cosas que más la asustaban: Enamorarse de quien no debía y perder a su mejor amigo. Una historia dulce llena de detalles tiernos, que se adereza con la negación consta...