Capitulo 2

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  Segundo día en este lugar y por obvias razones, debo empezar con mi trabajo. Ayer luego de la enigmática escena de las luces y la rara actitud del personal, decidí que si quería respuestas yo misma debía buscarlas. Así, que por la misma razón estoy desayunada, bañada y lista a tan solo las 8:20 am, cuando lo único que me apetece es dormir largo y tendido.

  Según un folleto de La Casa a dos cuadras y media se encuentra una librería publica a donde iré y espero encontrar algo de información que valga la pena. Porque luego de desvelarme con la lapto entendí que el internet no sera mi aliado en este viaje y no podía confiarme de nada que encontrará ahí. Toda la información es inconclusa y sin mucha base teórica mas que simples suposiciones o rumores. Como dije antes: esta país parece no existir. Sin mas que hacer, ato el negro desastre de rulos que tengo por cabello en un improvisado moño, tomo mi mochila, el folleto con el mapa, teléfono y llave para luego salir. Dándole un voto de confianza al trasto al final del pasillo, decido no bajar escaleras y tomar el ascensor. Ya que, en mi cronograma de actividades esta muy claro-en letras negritas y mayusculas-que la despampanante e importante Catherin Dallea, dueña del importantísimo lugar, hace una ronda por todo el hotel para socializar con todos sus huéspedes y conocerlos en persona a las 9:00 am y 6:00 pm. No es que me considere una ermitaña ¡Pero que falta de vida propia y ganas de molestar! Pretendo desaparecer del radar de Miss Dallea. Fácil y simple. Llegar e irme.

  Ya en recepción, camino hasta el mostrador para dejar la llave pero la joven, esta tan ataviada con un papeles y llamadas que ni siquiera me mira cuando le doy los buenos días y pido ser atendida. Pero claro, cuando llegue era todo servicialismo. Blanqueo los ojos. Pasan los minutos y la mujer parece que llorara con el desastre que tiene en el escritorio y lo liada que esta.

  Mi paciencia y yo llegamos al limite, así que me planto frente a la recepcionista sin ápice de cortesía.

  -Cuando quiera puede empezar a mostrarme para que sirve usted aquí, si es que de algo sirve- le suelto lo bastante fuerte para que de un salto en su puesto y sus ojos se posen en mi con desconcierto.

  -¿Disculpe?

-Llevo exactamente- miro mi reloj de pulsera -dieciocho minutos esperando a que hagas lo que se supone es tu trabajo, me dejes entregar la llave y poder salir.

  La menuda mujer pestañea varias veces con desconcierto y abre varias veces su boca con la intensión de hablar pero no dice nada, solo me mira con los ojos bien abiertos. Y encima se queda estática. En serio que este tipo de gente me saca de mis casillas, pero mas que eso me da lástima. Como puedes ser tan timorato para primero, hacerte un lío con unos cuantos papeles cuando se supone que por algo te han contratado, y segundo para reaccionar de forma tan sumisa y aniñada. En la vida hay que tener un carácter bien construido y mas si eres mujer. Porque si no lo construyes tu, el resto del mundo se encarga de aprovecharse y hacertelo saber.

  -Yo... No era mi intensión, señorita.

  Me debato entre desestabilizarla mas o dejar la dichosa llave e irme de una ves. A la final decido que he perdido suficiente tiempo y el día no es eterno, aunque no por eso desperdiciare la oportunidad de cantarle sus verdades como se deben.

  -El mundo sigue girando muchacha, espabila antes de que te deje atrás- pongo la llave en el mostrador. Ella la toma con cautela y me entrega una pequeña tarjeta con el lobo del establecimiento. -Ordena tus ideas y mas aun tu trabajo, porque si tu vida es muy serena la del resto de la gente no es igual, así que si es tan amable deje ver que sabe lo que hace y que merece la paga, en ves de andar haciendo alarde de educación y buen servicio cuando no es capas de atender a sus clientes por no organizarse como debe, permiso- termino, doy media vuelta y hecho a andar hasta la puerta.

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