1. Jaazael

140 18 9
                                    

— No puedo creer que no quieras ir.

— Caroline, ya sabes lo que opino de esto.

— Lo sé, Meg, pero es que... ¡por Dios! ¡Un crucero! ¡Y con la familia real de Arabia Saudita! ¿Te haces una idea de lo que será ese barco?

— Sí. He visto el folleto.

— ¡Tendrás un jacuzzi en tu habitación!

— Sí, ya lo-

— ¡Habrá una máquina de helados gratis!

— Caroline, sabes que no me imp-

— ¡Helados gratis, Megan, Dios mío!

Megan miró a su amiga con cara de pocos amigos.

— Ya sabes que no me interesan esas cosas —rezongó mientras intentaba cerrar la valija –. Lo que sí me interesa es que tendré que convivir con mi padre y la zorra de mi hermanastra en un mismo barco durante más de una semana.

— ¡No estás viéndole el lado positivo a todo esto! —exclamó Caroline, con sus ojos marrones abiertos como platos, moviendo los brazos como si fuese a alzar vuelo.

— A ver, dime qué tiene esto de positivo, que no sea sobre máquinas de helado, jacuzzis ni nada sobre el crucero.

— Conocerás al príncipe de Arabia Saudita. —Caroline subió y bajó las cejas varias veces.

— Uh, sí, me encantan los hombres con turbantes. Son muy sexys. —ironizó Megan, poniendo los ojos en blanco. Cuando la valija se dignó a cerrarse, comenzó a preparar su bolso de mano.

— ¡¿No hay nada que te venga bien?!

— No.

— Megan —Caroline la miró, ahora seria —, sé que vas a este viaje en contra de tu voluntad, pero tendrás que intentar pasarla lo mejor posible. Si no, se te va a hacer eterno. Intenta aparentar que te diviertes, haces feliz a tu padre, ignoras a la estúpida de Briana y antes de que te des cuenta, ¡ya estarás aquí!

Megan suspiró.

— No sé si pueda hacerlo...

— Vamos, ¿eres la Megan Ross que yo conozco? —la tomó por los hombros. Ella asintió —. ¡Claro que puedes hacerlo! Al menos inténtalo, ¿sí?

Megan volvió a suspirar.

— Lo intentaré. Pero será difícil no empujar a Briana accidentalmente por la borda.

— Oh, por favor, no te contengas si tienes la oportunidad.

Meg sonrió.

···

A Megan siempre le había gustado volar en avión. No importaban cuántas horas fueran de vuelo ni cual fuera el destino, volar siempre le había fascinado. No solo por las nubes, el cielo y las ciudades diminutas, sino por el silencio. La quietud. Había tanta... paz ahí arriba. Todo era tan luminoso y lejano...

— ¡Eh, Meg, estoy hablándote! —gritó Briana.

Salvo cuando su padre decidía usar el jet privado. Era mucho más pequeño, había menos espacio para alejarse unos de otros; Megan se veía obligada a soportar a la estúpida de su hermanastra Briana mandarse mensajes con sus amigos, reír de esa forma aguda que le perforaba los tímpanos y hablar de absolutamente todo con su padre, intentando siempre llamar la atención.

— ¿Estás siquiera escuchando? —Briana volvió a alzar la voz.

Meg le subió el volumen a su música. Por detrás de la canción oyó que su hermanastra la criticaba.

MeganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora