Capítulo 2 Novelades

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Habían pasado dos días desde la primera vez que me desperté del coma. Me realizaron análisis, y el doctor decidió, después de preguntarme reiteradas veces cómo me sentía, que podía irme dentro de poco... ¿Cuánto seria para él "dentro de poco"? Necesitaba salir de ese lugar lo antes posible, hablar con mis amigos, ponerme al día. Hacer lo que haría cualquier adolecente de 15 años (aunque contando el año que estuve en coma serian casi 16) Extrañaba a mi casa y a mis primos.

Yo no vivía con mis padres, mi padre me abandono apenas nací y mi madre murió cuando yo tenía 6 años. He vivido con mis tíos desde entonces, fue difícil en su momento, pero ya lo he "superado". Amo a mis primos más que a nada en el mundo y les agradezco todo lo que han hecho por mí desde chica. Y a pesar de que eran todos varones, siempre me llevé muy bien con ellos.

Pensar en ellos me llenó de nostalgia, los extrañaba mucho. Necesitaba verlos, por lo menos a Juan, con el que mejor me llevo de todos, hasta se podría decir que es mi mejor amigo. De chicos, nos pasábamos haciendo pijamadas en mi cuarto ya que en el de él dormían todos mis primos y en el mío dormía sola.

Debía llamarles, decirles que ya desperté. Pero quizás el hospital ya les había avisado y aún no venían a verme por algún inconveniente. O quizás habían venido a verme fuera del horario de visita o cuando yo dormía. Había varias posibilidades. Pero era demasiado improbable, mis tíos y mis primos insistirían hasta que los dejasen pasar.

Una idea desagradable llego a mi mente ¿Y si había discutido con ellos y no lo recordaba? ¿Estarían ellos tan enojados como para no venir a verme? Me estremecí en solo pensar en esa posibilidad. Me hacía sentir sola y abandonada.

Entonces decidí levantarme, me senté en la cama y deslice, por primera vez en mucho tiempo, mis pies fuera de las sábanas. Sentí el piso frío, muy frío. Quise volver al calor de mi cama, pero el anhelo de saber sobre mi familia me impulso hasta la puerta. Me maree en varias ocasiones, también me sentí muy débil, pero nada fue un impedimento para salir al pasillo.

Afuera estaba vacío, no había nadie a los alrededores. No sabía a donde ir, me sentía desorientada. Nada me era familiar y todo me asustaba.

Me dirigí sin rumbo alguno por los pasillos desiertos. Me encontré con una escalera y me aventuré a subirlas. Justo al final de las escaleras había un bufet, entré y me dirigí directamente al mostrador.

─Buenas tardes ¿En qué puedo ayudarte?- Pregunto el chico que estaba detrás del mostrador.

─Hola- Dije algo nerviosa.- ¿Puedo usar el teléfono un momento?

─ Adelante- Dijo haciendo una seña hacia el teléfono que estaba a su izquierda.

─ Gracias- Agarré el tubo y luego marque el número de teléfono de Juan, el cual sabía de memoria. Al tercer tono, contestó.

─ ¿Hola? - Dijo con voz adormilada.

─ ¿Juan? Soy Clara...

─ ¡¿CLARA?! Oh Dios, no puedo creerlo ¿Estas bien? ¿Cuándo despertaste? ¿Ya te dieron el alta?

─ Juan...- Iba a seguir con más preguntas, estaba demasiado alterado- ¡JUAN! ¿QUIERES ESCUCHARME UN MOMENTO, POR FAVOR?- El chico del mostrador me miro, no supe cómo interpretarlo. "Perdón" Modulé hacia él.

─ Lo siento, fue la emoción. ¿Qué decías?- Habló más calmado.

─ ¿Por qué aún no has venido a verme, Juan?- Pregunté con un nudo en la garganta.

─ Oh, nena. No creas que no he ido, no me han dejado entrar, me dijeron que no podías recibir visitas.

─ Me darán el alta dentro de unos días ¿Podrías venir a buscarme? Necesito que me traigas ropa. Acá no tengo nada...

Vale la pena recordar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora