Capítulo 1

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"Son solo recuerdos

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"Son solo recuerdos.
Se irán con el tiempo"


—Él era todo lo que yo quería en esos momentos. Lo amaba tanto que lo puse por encima de todas las cosas. En su momento, fue cruel, frío y distante conmigo. Siempre lo justifique. Solía observarlo, hablarle durante todos los recesos, me gustaba escribirle porque era mi inspiración. Me hacía sentir especial, me hablaba bonito y llegue a creer que confiaba en mí. No lo veía como un profesor, un padre o un amigo. Lo vi con ojos de amor. —La pelinegra miraba hacia el techo, tenía sus manos juntas, sobre su estómago. Se encontraba recostada en el sofá color chocolate de la habitación.

— ¿Y entonces que fue lo que sucedió? ¿Qué recuerdas?— Una mujer rubia de aproximadamente cuarenta años custodiaba cada una de las acciones de la que era su paciente. Un poco confundida por como inicio la sesión decidió limitarse a escuchar.

—Mis padres me alejaron de él alegando que esté solo buscaba aprovecharse de mí. El tercer año de secundaria fue horrible, perdí autoestima y mi personalidad cambió de una forma radical. No tenía ánimos de nada, quería que él me perdonará. No estaba consciente de la situación. Hasta que pensé que si me alejaba, probablemente cuando saliera de la escuela en unos meses más podría todo regresar a la normalidad. Pero me destruyó, me hizo sentir tan estúpida. Con seguridad me lanzaría del acantilado por él, por desgracia me di cuenta que nunca tendría su atención. — La voz de la joven se fue apagando, la desilusión y amargura que escupía con cada palabra, había comenzado a tocar el corazón de la mayor.

— ¿Sabías de su ex amor?— Miraba el expediente que tenía entre sus manos, rayones y corazones dibujados alrededor de las pruebas de la chica la hicieron dudar, miro en la parte superior y pudo observar el nombre de quien trataba en esos instantes. Valentina. Así se llama la joven de corazón roto que se encontraba distraída con el techo de su oficina.

—Me contó de ella. Era un resplandor azul inexplicable, me encantaba escucharlo hablar de su romance. Me gustaba leer lo que le dedicaba, me entristecía percibir como su corazón se marchitaba por la crueldad de las palabras de Mariana. Sí. Así se llamaba. Cumple años el mismo día que yo. —Una risa amarga sonó en la habitación. — Por un momento creí que podría llegar a significar algo parecido a esa chica en su vida, pero fue un delirio pensar tal asunto.

— ¿Lo odias?

—No. Mentiría si digo lo contrario. Y me siento enojada conmigo misma, porque meses atrás me resultaba patético llorar por amor, salir con alguien mayor y quizá escribirle cartas de confesión. Me convertí en una niña muy romántica. Me abrí de forma emocional con las personas después de mucho tiempo. Después de todo pensé que Víctor estaría ahí para mí y sostenerme si estaba a punto de caer. ¡Por favor! Le molestó. Mi voz le molesta, mis pláticas le aburren. Quizás hasta le doy asco. Cualquiera es mejor compañía que yo. — De manera alterada reiteraba la descripción del rechazo que había sufrido.

—Sí crees eso de ti. ¿Por qué estás aquí?

—Ya estoy cansada de todo esto. Quiero salir de esta nube tóxica. Que empezó como algo bonito y se transformó con el tiempo.

—Cuéntame desde un principio. ¿Cómo empezó todo? — Mónica se removió un poco sobre su silla, estaba lista para el que posiblemente era el caso más complicado al que se había enfrentado en todos sus años de psicología, o quizás solo exageraba y se trataba de un amor obsesivo de secundaria.

Valentina

Suspiré un poco frustrada. Era patético, era tan cliché. Realmente, no sabía cómo había terminado aquí, encerrada en una habitación blanca con algunos libros y un escritorio. Atendida por una mujer llamada Monica Fervez, una psicóloga. Yo no necesitaba esto, yo no estaba enferma pero cometí tantos errores que quizás esté lugar era el único donde podía sentirme en paz. Las imágenes de todo lo que viví hace apenas unos meses comenzaron a llegar, los recuerdos que me hacían sentir tantas cosas a la vez que creí que iba a vomitar. Víctor Ruíz puso mi mundo de cabeza con tan solo una sonrisa. Cerré mis ojos, mis manos las arrugue en puños. Ya era momento de hablar, de desahogarme.

Querido Profesor. [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora