Capitulo 1. - En la estación.

183 9 3
                                    

 Capitulo 1. - En la estación. 

“Ella gritó fuerte estremeciéndose en el suelo. Quería acercarme y ayudarla, pero solo era un espectador, le grite que se levantara, sin tener voz. De su espalda alas salieron cubriendo su cuerpo desnudo. Mire su rostro a la hora de levantarlo, estaba llorando. Mi corazón colapsó al escucharla entre quejidos pedirme ayuda. Mi mano sé movió en cámara lenta, tratando de darle alcance. Unos cuantos pasos y podía estar con ella... Sus alas se extendieron escondiéndola y en ello tiñéndose de negro. No supe que hacer y solo me quede observando por una milésima de segundo, cuando ella salió del caparazón teñida de sangre, sus alas volaron dejándola sin vida...”

Escuche la vocecita de la recepcionista avisando que en unos minutos el tren llegaba a su destino. Me frote los ojos cansados. Llevaba alrededor de seis horas, sentado en este asiento. Gracias a los dioses, que me toco la ventanilla. Mire como todo el paisaje era verde. Y pensar que, en este pueblo viví mí niñez y no recordar absolutamente nada. Pero, desde hace unos días he tenido unos sueños bastantes raros, los cuales se hicieron más seguido, a la hora de ser me informado de mi traslado.

Al bajarme del tren, no vi a nadie en mi espera. No sé si mis abuelos se acordaran de recogerme, hace una semana les llame informándole de mi traslado. Yo, por mi parte no se como llegar al pueblo. En un sitio tan rural, donde apenas y se ve carretera o alguna guía para llegar. Al verme solo, parado en medio de la estación, con una valija en mi mano derecha, no me quedo de otra que sentarme y esperar.

Frustrado, con una pequeña jaqueca, me levante del banco. Llegar cinco minutos tarde es algo pasable, llegar media hora tarde es medio pasable, pero esperar ¡Tres horas!, Es el colmo. Camine por un sendero escondido entre árboles. – Esto debe llevar  algún sitio. – Pensé, mientras caminaba.

En sí, la naturaleza, es realmente preciosa. Nunca imagine ver tantos árboles en una sola hectárea, escuchar el sonido de los pájaros y degustar de un limpio aire. Tan distraído iba comparando la ciudad con el campo, que no me di cuenta de lo perdido que estaba. El camino del sendero llegó a su fin y viéndome a mí completamente perdido. Pronto anochecería y a cientos de kilómetros no se divisaba  un alma. Camine unos pasos, encontrándome con una colina, al bajar, un letrero de madera con letras llamativas daba señales para el norte y sur, detrás de él, un puente de madera, donde una pancarta de bienvenida señalaba: “Puente de los caídos”, me pareció algo trágico.

Suspire, cansado de decidir cual camino tomaría sí al norte o sur. Tire la maleta aun lado para acostarme en el césped. Entonces, cuando por un momento cierro los ojos, una sombra a toda prisa pasa por mi lado, a una velocidad realmente lenta mis ojos son capaces de verla. Una niña con mochila de alas, esta parada en el puente. Su largo cabello es movido por el viento siguiéndole los volantes de su falda. Me incorpore para verla mejor. Lucia unas medias negras que le llegaban hasta las rodillas, una falda escolar negra, con un suéter del mismo color, con camisa blanca.

No sé que pensaba hacer esa chiquilla, hasta que la mire extender los brazos, susurro unas palabras y luego volteo mirándome. Que de impactado con sus ojos. Su... Su mirada era devastadora, me recordaba algo, pero no sé que. Dándome cuenta de lo que pretendía hacer, corrí dándole alcance.

-         ¡No! – Chille, tomándola en mis brazos. La velocidad que utilice para dar con ella, provoco que nos cayéramos de impacto al duro suelo.

-         ¡Ugu! – Ronroneo, la chica acostada en mi pecho. – Me duele. – Se quejo, quedito. Yo, que en esos momentos la tenia encima de mí, tome su rostro oculto tras esa larga cabellera, para verla mejor.

-         ¿Estas bien? – Pregunte, con un tono de voz que me sorprendió. ¿Estaba preocupado, por una desconocida?

La niña, volvió a mirarme como lo había hecho hace unos momentos. Sus ojos color marrones claros y grande a la vez se volvieron blancos y termino recostada en mi pecho.

El secreto de SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora