Los recuerdos parecían espasmos dolorosos en su cabeza, no sabía si cada día, hora o minuto uno de ellos después de aparecer le dejaba inconsciente de nuevo y borraba al anterior, no había ruido a su alrededor, no sentía nada más que la sensación de desasosiego que dejaba el momento que se proyectó en su cabeza unos minutos antes de caer una vez más, sensación que después de despertar no le abandonó.
Escuchaba un pitido a lo lejos, el olor a desinfectante poco a poco entro por sus fosas nasales, un quejido involuntario le hizo ponerse alerta para después darse cuenta que había salido de su boca, no podía abrir los ojos, estaba adormecido, luchaba contra las ganas de volver a dormir, se sentía pesado, de repente una oleada de dolor se extendió por todo su cuerpo tan agresivo que le hizo gritar, el pitido comenzó a resonar por todo el lugar y a lastimar su cabeza, sus ojos seguían cerrados, los martillazos que estaba sintiendo hacían que pusiera más empeño en mantenerlos así.
Una puerta se abrió. Olía a flores recién regadas.
Escuchó sus pasos acercarse, respiraba con dificultad.
—Esto te calmara, cariño
Abrió los ojos lentamente, una enfermera estaba frente a él. A su alrededor todo era blanco, tenía cables conectados, había un rehilete frente a su camilla, la luz inundo la habitación y lastimó sus ojos, el ruido entro, pájaros, música. El dolor cesaba.
El crujido de la puerta se hizo presente una vez más dando paso a un hombre alto vestido de blanco, con una sonrisa larga.
—Doctor, le he suministrado un calmante, el tiempo que le ha tomado despertar hizo que tensara demasiado su cuerpo lo que provocó dolor muscular.
No esperó a que el doctor dijera nada y salió por la puerta con la misma rapidez con la que había entrado.
—Hola, Jimin — Estaba estático, miraba al doctor dirigirse a él con paciencia observándolo lentamente —Hoy es un día soleado perfecto para desperezarse, veamos qué tal estas —dirigió su mano al bolsillo derecho de su bata y saco su oftalmoscopio —Esta mañana ha venido YoonSoo a dejar ese rehilete para ti, dijo que te gustaría —Jimin no hizo más que mirarlo confundido y preguntarse ¿quién era YoonSoo? —Sigue la luz, por favor, muy bien, ¿puedes decirme tu nombre completo por favor?
—Park Ji Min —su voz sonaba extraña a sus oídos, ¿qué estaba pasando?
—Bien, en lo que reviso tu corazón, cuéntame ¿qué es lo que te gusta hacer? —puso las olivas en sus oídos sin dejar de observar el rostro de su paciente, el diafragma estaba helado para la piel de Jimin, dio un pequeño respingo.
-—No sé —el monitor comenzó a pitar rápidamente.
—¿Sabes qué día es hoy?
—No
—Tu corazón suena estupendamente, dime, Jimin ¿puedes leer lo que dice aquí? —señalo una pequeña placa que colgaba de su bata, su voz impasible parecía tener un efecto tranquilizador, asintió.
—Doctor Jung Hoseok.
[...]
Unos pasos largos, tambaleantes y fuertes recorrían presurosos los pasillos principales del hospital. Aún no recibía la noticia.
El Doctor Jung Hoseok salió de la habitación dejando a un desconcertado Jimin durmiendo, se dirigió a la enfermera para citar los exámenes que le harían a su paciente, estaba perplejo, y debía admitir que en el fondo se sentía asustado, Minnie era valiente y fuerte, pero jamás tan metódico como su padre, Park Ji Hu, quien asevera desde que tiene memoria y con rigurosidad que nadie debe interferir en los intereses de la empresa familiar, estaba siendo criado para ser un hombre de honor, un omega puro de clase, racional e inteligente y todo se le había salido de las manos; La Cheoyong tenía reglas rígidas que debían perseguir para completar entrenamientos, a los diecisiete años no había visto la mitad de lo que eran capaces las asociaciones que hizo su familia, casi le cuesta la vida su rebeldía y el escape.