—Las chicas se interesan en los chicos malos porque la idea de misterio y peligro siempre atrae —recordó las palabras de Liz en el comedor el día anterior, entrando al teatro del colegio—. Es decir, lo prohibido de por sí es atrayente, porque significa un reto, un desafío, la idea de que no lo puedes obtener por mucho que te esfuerces ya le da valor y más ganas de lograrlo. Es la lógica humana, el complejo de luciérnaga que nos hace ir tras el fuego solo por el brillo, aunque podamos terminar quemándonos. Sino, no viéramos tan fijo al sol a pesar de dañarnos los ojos, ¿eh?
Las largas y organizadas filas de sillas color rojo se extendían en frente de él, junto con las luces brillantes por encima y las enormes cortinas llamativas que le daban ese aire artístico de que alguna historia importante iba a acontecer ahí. En los tres puestos centrales de al frente se veía el jurado, conformado por su mejor amigo y Presidente del Club de Teatro, Marcus Bretzer, la vicepresidenta de lentes y pelirroja de la que no recordaba el nombre... y la Presidenta Estudiantil, Jenna Parker. Eso sin incluir a todos los demás participantes de las audiciones, quienes iban uno que otro ya vestidos y preparados para interpretar la parte que quisieran del guión; unos lo hacían por amor al teatro y otros por salvar el año con los puntos extras.
Él ni sabía por qué diablos había llegado ahí.
Ah, sí, por mantener una mentira. Cada vez se iba enredando más y más en estas cosas.
Se sentó en uno de los últimos asientos, con el libreto en mano y la espalda extendida sobre la tela, estando su cerebro exhausto. En verdad la vida es mucho más sencilla y simple cuando no te relacionas con los demás, porque cuando no le hablaba a nadie que no fuera Marcus tenía menos probabilidades de arruinarlo, como se sentía ahora con todos los que le rodeaban, incluyendo a su propia hermana. Suspiró, viendo a la vicepresidenta pararse acomodando su suéter de rayas y comenzando a hablar.
—Ya hemos terminado con las audiciones para los secundarios, muchas gracias a todos, notifícaremos en cartelera los que participarán en la obra y los suplentes la próxima semana —notificó con voz cantarina y suave. Era pequeña y gordita, y su sonrisa se vio agradable cuando se volteó hacia el otro lado—. Así que comenzaremos con los que se anotaron para interpretar a Owel. El primero en la lista es... —Frunció el ceño mientras buscaba entre el montón de papeles en sus manos, para luego abrir mucho los ojos y reafirmar sus gafas en su nariz volviendo a leer lo allí escrito. Levantó la voz extrañada—... Zackaria Ronchester.
Sus huesos se comprimieron y la sangre pareció irse de sus venas. Por donde se viera esto tenía que ser obra de Liz. Y, como si hubiera leído su pensamiento, volteó la cabeza unos grados a la derecha, encontrándose con ella a varios metros en otro de los asientos, saludándolo con una sonrisa y guiñándole el ojo. Esa chica estaba en todos lados.
Fue moviendo los pies con parsimonia, intentando que su equilibrio no se fuera por el caño ante la idea de que tendría que interpretar lo que había practicado hace días con Liz... frente a tantas personas, entre ellas Jenna. Era como un sueño teñido en tinta y chaquetas de cuero.
Subió las escaleras, asegurándose que él no lo estuviera convirtiendo en una pesadilla.
—¿Qué escena va a interpretar, Ronchester? —preguntó la chica con tono solemne, mirándolo como si no se creyera, después de tantos rumores, que estuviera allí, en algo del teatro. Todo el mundo también le miraba de la misma forma. El arte hace milagros, pensó.
Rubén llevó una de sus manos a la nuca, sintiendo su cuerpo temblar ante las miradas de todos en la sala, con el libreto en la otra. Su memoria era buena, demasiado, no creía que sus notas fueran por inteligencia sino gracias a ello, por lo que estaba seguro de saberse la que al leerlo se había convertido en su escena favorita. Marcus lo miraba con una pequeña sonrisa maliciosa, tanto le había insistido que se inscribiera con él en el Club para perder el pánico escénico y al final terminó allí por otras razones. Siendo específicos en las causas, Jenna, quien estaba al lado del moreno apretando su bolígrafo de la ansiedad por verlo actuar. Zack la sorprendía cada vez más.
El chico tragó en seco.
—Voy a interpretar la quinta escena, cuando Northon no sabe qué hacer para explicar lo que siente a su mejor amiga —replicó, moviendo un poco la pierna para que sus nervios se reflejaran allí y no en su voz. La chica asintió, todavía presenciándolo impresionada, volviendo a su sitio del jurado.
—Bien, puedes comenzar, yo leeré las partes de Dalila desde aquí.
Zack miró un momento hacia allí, fijándose en su mejor amigo y su expresión expectante como embelesado; no quiso mirar más al otro lado, porque encontrarse con el rostro de Jenna empeoraría su situación. Luego buscó a Liz entre los puestos, intentando encontrar algo de seguridad en sus ojos entre verde y desierto que siempre lo observaban como si fuera un lienzo en el que se estaba formando una obra de arte. Los encontró junto a una mueca de reproche y un ademán de que no se diera tanto a desear y comenzara, por lo que sonrió, asintiendo.
Dejó el libreto en el piso.
—Dal, no me vas a entender, ni siquiera es algo que yo todavía comprenda —su voz resonó de una forma tan real entre las paredes que todos se quedaron perplejos, porque la desesperación de verdad se reflejaba mientras miraba hacia el público vacío.
—No puedes andar por la vida enamorando a personas siendo alguien diferente, Owel. Tienes que decidir quién eres, si Nora o Northon —replicó la pelirroja desde el asiento, leyendo la obra.
—¡Pero es que soy los dos! —levantó las manos con expresión exasperada, para luego ponerse una mano frustrada en la frente y comenzar a dar vueltas a los lados en el escenario—. Mira, es que cuando estoy en el colegio, de verdad me siento Northon, me siento un chico y me gusta la ropa que tengo y mi cabello corto y actúo como tal, y me encanta Dara y que ella siempre esté conmigo y, Dios, es tan dulce siempre, me mira como si yo fuera, no sé, un enigma —rió un poco deteniéndose en su sitio con las manos tímidas en los bolsillos del pantalón y una mirada ensoñada—. Lo sé, es raro, y ella es tan increíble que no quisiera meterla en mis rarezas. Pero es que, rayos, me mira como si yo fuera un misterio y ella planeara descubrirme con sus besos en mi mejilla. Es raro porque nadie nunca había hecho eso, mi abuelo siempre me ha rechazado y tú eres más fría que el polo norte. Ni siquiera creí que me pudiera sonrojar con una chica, creí que solo me iban los pen... ah no, cierto que no te gustan las malas palabras —y volvió a sacar otra carcajada, que de verdad parecía suya. La vicepresidenta se volvió a acomodar los lentes, impactada.
—No me gustan porque te hacen ver mal.
—¿No me ven mal ya? —suspiró, haciendo como que sacaba de su bolsillo un cigarrillo y un encendedor y lo comenzaba a fumar, siguiendo lo escrito en el guión.
—No tienes que empeorarlo, Owel —suspiró—. ¿Y qué te sucede con West? Dijiste que ahora te visita en todos tus turnos, te has vuelto todo un rompecorazones —Rubén soltó una risa ronca, para luego hacer una sonrisa de medio lado fingiendo botar el humo, con una mano en el cigarro invisible y la otra en su chaqueta.
Diablos, ¿qué venía?
—West es todo lo que siempre quise en un chico: serio, atractivo, me lleva unos años y habla varios idiomas... solo que no es gay —su sonrisa se borró—. Cuando comencé con el insomnio acepté el turno de noche en el café y agradecí que no me dijeran nada por estar como mesera siendo Nora, pero es que también me gusta cuando uso maquillaje y me pongo los aretes y el uniforme, ¡me siento yo, en serio! ¡Hasta me lucen las faldas! —sonrió adorable, flexionando el cuello emocionado y haciendo ademanes con la mano libre. Luego volvió su expresión melancólica—. Él se me declaró y lo rechacé, porque es obvio, quiere a una chica, no a alguien que ni sabe quién es.
Soltó el cigarrillo imaginario, haciendo como que lo machacaba con la bota.
Todos a su alrededor explotaron en aplausos, con Marcus levantándose de su asiento.
—¡Bravo! ¡Bravo! ¡Eres un verdadero desgraciado por no haber venido antes, imbécil! —gritó, ganándose un fuerte codazo en las costillas por parte de la vicepresidenta.
Antes de que Rubén pudiera reaccionar, sintió los brazos de Liz rodeándolo mientras se le lanzaba encima, abrazándolo con todas las fuerzas de su menudo cuerpo.
—¡Eso fue increíble, Rubén! —medio gritó contra su oído, quedando él con los brazos colgando de la impresión.
Sonrío, rodeándola también en un fuerte abrazo de agradecimiento, paz... y tristeza.
—No, Liza, tú eres increíble.
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Chico no tan Malo.
Teen FictionDesde que tiene uso de razón Rubén ha estado enamorado de Jenna, su ex-mejor amiga de la infancia, y este año está decidido a conquistarla. ¿El problema? A Jenna le encantan las novelas juveniles basura y, por lo tanto, los badboys. Síp, esos chicos...