Noveno paso: Conquista a la chica... ¿buena?

1.3K 196 170
                                    

Así que si estás sola, sabes que estoy aquí, esperando por ti.

En cuanto terminó la última parte del ensayo de historia, el sonido seco de una guitarra eléctrica resonó a través de sus audífonos. Le gustaba el ritmo y la letra, Franz Ferdinand era de sus bandas favoritas, pero en ese momento le resultaba bastante incómodo tenerla entre sus canciones de domingo por la tarde.

Solo estoy en la mira, estoy a un tiro de ti.

Se levantó de la silla, yendo hacia la ventana de su cuarto y mirando los aburridos suburbios con los ojos entrecerrados para evitar el sol de después de mediodía. No podía taparlo con un dedo, igual que los recuerdos de la noche anterior. Rayos, se sentía tan abrumado por sus decisiones... todo habría sido tan diferente si Liz hubiera ido. O quizás no, pero le gustaba pensar que sí.

Jenna volvió a salir de los rincones de su mente. La volvió a sentir abrazándolo, diciéndole que era increíble y...

—Zack, no tienes que actuar como un chico malo para llamar ni atención, ni la de nadie. —Le había susurrado contra su oído en medio de una brisa fría, para luego irse apartando. Quedaron uno al lado del otro, con la luz de las farolas contoneando las sombras de su mirada; iba directo a él como una bala—. Sé que actué mal desde un principio, quizás algún día lo entiendas... o no, pero te sigo considerando el mejor amigo que jamás he tenido y...

Las palabras le atravesaron las entrañas, impactando todo a su paso.

Sus cejas se fruncieron y el centro de sus ojos se volvió un hoyo negro. Con cada sílaba el tono de su voz iba en descenso, escapando como un suspiro.

—Jenn, hice todo esto... porque tú me gustas.

Vio las cejas de la chica elevarse mientras comprimía sus labios, con una expresión de total sorpresa.

—Zack...  —Creyó notar un sonrojo, que luego decayó en tristeza, junto a su voz. Luego levantó la vista hacia él de forma decidida, hasta intimidante—. Rubén, yo no te gusto. 

El que la miraba sorprendido ahora era él. Iba a hablar, pero Jenna no lo dejó.

—No me conoces, Zack. No sabes qué música me gusta ahora, ni si tengo nuevos sueños a futuro o cómo está mi relación con mis padres o por qué soy cómo soy. No hemos pasado nunca por una discusión ni me has visto en mis peores o mejores momentos, o si lo has hecho ha sido de lejos, sin saber en verdad cómo me siento o por qué y... no puede gustarte alguien que no conoces, Rubén. Solo estarías sintiendo eso por la idea que tienes de mí, no por mí.

Y entonces, con esa respuestas resonando a volumen máximo en su cabeza, Rubén sintió un aleteo al frente de él y agitó las manos, espantando a la paloma que había tomado su ventanal como cama momentánea. Cerró con seguro y volvió a recluirse en su guarida de la vista animal, frustrado por la falta de respeto ante su momento emocional por parte del ave.

Se iba a poner una camisa más decente que el viejísimo suéter que le había regalado su tía Gertrudis cuando escuchó algo chocar contra el vidrio. Vuelto una furia y dispuesto a espantar a cualquier paloma rebelde, se alejó de su armario y caminó hacia allá, abriendo la ventana... hasta que su rabia se estrelló con unos enormes ojos color cacao y escuchó esa risa de bruja desde el jardín de su casa.

—Romeo, Romeo, ¿por qué esa cara de feo? —citó alzando la voz Elizabeth con varias piedras todavía en la mano, soltando después una carcajada ante su ceño fruncido.

—¿No es más fácil tocar el timbre, Liz? Estás a tres metros de la puerta.

—¿No es más divertido molestarte? En vez de quejarte deberías venir a abrirme —Le devolvió la pregunta, sentándose a la escalinata recostada de los pasamanos. Mientras cerraba la ventana escuchó su lejana voz burlona de nuevo—. Y, por cierto, qué lindo tu suéter, las rayas verdes te lucen.

Chico no tan Malo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora