A pesar de haber cenado hace rato, Rubén tenía ya hambre cuando tocó las últimas notas de Last Hope con muchos sentimientos, mas no con verdadera esperanza. Era una de las canciones favoritas de su madre, se la había enseñado ella misma varios años después de estar estudiando guitarra en una de sus cortas, muy cortas visitas. Para Rubén sonaba como una canción de añoranza más que de sueños.
Dejó la guitarra a un lado, entre la cama y el escritorio, y se quedó un rato mirando al techo blanco e intentando recordar si el examen de trigonometría era para mañana o para la próxima semana. Ah, no, había sido ayer, cierto. Su mente parecía un revoltijo de ideas, sin orden ni desorden, solo ahí. Ojalá las pudiera controlar igual que la música, pero una vez su abuelo le había dicho que los pensamientos no fueron hechos para ser armónicos.
No eres un completo idiota.
Un estruendo le hizo sentarse de golpe en el colchón; su guitarra se había caído en un duro golpe contra el piso, por lo que la tomó revisándola preocupado. No parecía tener ningún daño, a diferencia de él.
¿Por qué habría dicho eso Liz? Estaba equivocada, muy equivocada.
Tomó el teléfono del escritorio para dejarle una nota de voz a Marcus. Le extrañaba, pero no era algo que querría decirle por teléfono.
—Hola, Marc, ¿cómo...? —Fue borrada antes de terminar la pregunta, los saludos no le apetecían en ese momento—. Oye, Marc, no sé qué hacer. No fuiste hoy al ensayo, tampoco Liz y... siento que estoy confundido... no estoy haciendo las cosas bien, ni sé cómo... pararlo todo, o algo así. No estoy siendo yo, y creo que ya debería dejarlo hasta aquí. Me gusta Jenna pero... no debería estar haciendo todo esto, ¿no crees? Escríbeme en cuanto puedas, adiós.
Vio el reloj, dándose cuenta de que era tarde. Liz le había enviado el día anterior un mensaje con muchos emojis de que lo vería en casa de Arthur a las nueve, que se preparara para bailar un buen Rock 'N' Roll. No fue al ensayo de hoy, quería preguntarle por qué y hablarle de lo mal que le había ido con la primera escena. Se vistió y despeinó pensando en su incapacidad de coordinar sus manos y pies al mismo tiempo, pero eso no importaba si estaba ella para ayudarle, ¿no?
La puerta fue cerrada con suavidad, pero igual la sintió por detrás, caminando hacia abajo junto a él.
—No entiendo por qué te dejaron ir —habló Rookie, ya con su pijama de Steven Universe—. Como tu hermana, creo que es una mala idea, no sabes casi nada de las fiestas adolescentes y lo único que medio sabes bailar es La Bamba.
—¿No deberías estar ya dormida? —preguntó con sorna, porque molestarla era algo divertido.
—¿No deberías pedirle ya que sea tu novia? —El sonrojo invadió su rostro al terminar las escaleras. Su hermana soltó una pequeña risa y luego comenzó a correr escalones arriba—. ¡Suerte con Liz, Arial!
—¡No es ella la que me gusta!
Su hermana ya se había ido.
Suspiró, caminando hacia la entrada y quitando del pechero su chaqueta de cuero. Mientras se la ponía le resultaba más dura y pesada que la primera vez, más incómoda que nunca. ¿No debería suavizarse con el tiempo?
—A la una se acaba el hechizo, Ceniciento. Mañana es domingo así que te esperaré aquí, leyendo muy tranquilamente, no me decepciones —respondió su padre con un libro en la mano y la lámpara reflejándole de una forma tétrica en el rostro. Le sonrió, dándole vueltas a las llaves de la moto en la mano.
—Nos vemos, papá. Gracias.
La noche no tenía estrellas, en verdad estaba muy nublada, con aires fríos y otoñales. Pero la media luna parecía sonreírle y las calles se sentían cortas contra las ruedas de King, iluminado por las farolas y las luces de esta. Sabía dónde vivía Arthur gracias al mensaje de Liz, aunque la música a todo volumen y la calle atiborrada de autos le hizo fácil saber en qué casa era exactamente la fiesta. Estacionó entre dos carros que habían decidido dejarse bastante espacio; poco para un auto y suficiente para una moto. Estaba apunto de apagarla cuando alguien salió por la gran puerta de madera entre gritos.
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Chico no tan Malo.
Teen FictionDesde que tiene uso de razón Rubén ha estado enamorado de Jenna, su ex-mejor amiga de la infancia, y este año está decidido a conquistarla. ¿El problema? A Jenna le encantan las novelas juveniles basura y, por lo tanto, los badboys. Síp, esos chicos...